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La buena noticia. Venezuela


   Este es el caso de ese país, que un día dependió de los españoles y que a lo largo de los siglos ha ido cambiando su estructura política y su manera de entenderse entre ellos. Hace unos cuantos años, con la llegada del nuevo régimen a aquel país, se sucedieron las elucubraciones sobre su maldad o bondad. Cada día se apelaba al derrocamiento de aquel gobierno y se sucedían las llamadas al auxilio de un país con muchos problemas. Otros países y otras controversias se han puesto de moda y nos hemos olvidado de los venezolanos.

    Todos sabemos que pertenecieron al la corona española, formaron parte de un virreinato y se independizaron a principios del siglo XIX de la mano de Simón Bolívar y de otros muchos. Crearon la gran Colombia que desembocó en la Venezuela actual. A lo largo de estos doscientos años han pasado por múltiples vicisitudes que ha desembocado en los gobiernos revolucionarios bolivarianos encabezados por Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

     Las consecuencias de estas alternativas políticas se pueden concretar en una realidad. Un país con muchos recursos y con una administración ineficaz, que le ha convertido en un país con muchas carencias y dificultades de todo tipo. Los caraqueños tienen la suerte de tener entre ellos a un embajador malagueño conocido por todos nosotros. El Padre Cacho.

       Cacho trabajó en Málaga durante muchos años con un resultado extraordinario que sigue patente entre nosotros: la parroquia del Buen Pastor, Teléfono de la Esperanza, trabajó con los jóvenes en maristas, la hermandad de la Crucifixión, etc.

      Cada año viene por aquí durante sus vacaciones y aprovecha para hacer “la recolecta” de fondos para ayudar a su parroquia en un arrabal de Caracas, en una especie de poblado de favelas, donde sus habitantes viven de milagro.

      Los modernos medios de comunicación nos ponen a tiro de whatsapp. Cuando surge el problema, recurre a sus amigos malagueños. Mi buena noticia de hoy me la proporciona una de esas llamadas. Nos envía una pareja de venezolanos que necesita imperiosamente enfocar su vida fuera de aquel país. Les manda para acá y les pone en nuestras manos. La solidaridad malagueña comienza a funcionar. Unos les dan acogida en su casa. Otros les apoyan en la búsqueda de documentación que les permita encontrar un empleo.

      En un par de horas se les pone en contacto con una entidad de ayuda al refugiado, donde les atienden en la medida de lo posible. No están solos. En este caso, por lo menos no nos hemos olvidado de un pueblo que está sufriendo. Como parece que ya no tenemos tan presente los problemas de Ucrania y Palestina. O de Marruecos y Burkina Fasso. Nos olvidamos demasiado pronto.

     Aquí hemos acogido a dos. De un conflicto que ya no está de moda. Esta vez han tenido suerte. Han topado con Cacho y los malagueños.

 

 

 

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