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No es un tranvía cualquiera


Un día me equivoqué de tren. Hice un salto acrobático y descendí por las metáforas y las contradicciones. Me enfadé, es cierto, pero pude solventarlo. ¡Cómo puede pasarme esto!

Sí, inconsciente hay en tod@s. Aceptarlo cuesta. Cuesta creer que hablamos desde lo desconocido, que hay cosas que no se pueden manejar, que no somos domadores de circo ni se puede tener todo controladito y metido en cajas. Como en las mudanzas, luego uno no sabe dónde están tantas cosas... Qué fácil y por qué no decir también, difícil, sería tenerlo todo ordenadito, enumerado, en cajas. Prefiero desordenarme, como Carilda. Hacer. Despeinarme de vez en cuando, no saber, llevarme la sorpresa, escribir un círculo y miles de palabras, encontrarme con alguien que no esperaba, ni en mí misma.

Hablábamos en el taller de escritura de cómo hay formas de censurar. En algún lugar hicieron referencia a que no podían utilizar el gerundio en el verso. ¿Os imagináis si no podemos seguir amando, trabajando, riendo, deseando...? Sería inconcebible para mi pequeña jaula de grillos.

Cuando subí al tren después de la equivocación, he de decirlo, sonreía tras la bruma de un hocico arrugado. Observé el paisaje y vi miradas fijas a una pantalla de móvil. Cortaba vagones con las tijeras de los minutos y pocas personas alzaban la mirada. Cómo absorbe una fosa común, la hipnosis de la planicie, de la vida sin salto. Pero es inconcebible para mi pequeña jaula de grillos. Ahora recuerdo a un profesor que me decía que “absorbe” era con “b”. Me caló hondo, mis relaciones han ido marcando los pasos. Es por amor que nos civilizamos. Hubo veces que hice escenas y demandas, berrinches, pero siempre alguien me tendió una mano, volví a los carriles, a descarrilar, pero sobre todo a continuar. Cuántas personas estuvieron ahí indicándome el camino, hacia ese tranvía llamado deseo, con maquinista, y paradas, con libros y márgenes, con asientos donde conversar.

Sí, toda esa cadena de guirnaldas me llevó a ver un Tranvía llamado deseo. Vivian Leigh espectacular en el papel de Blanche. Kim Hunter como Stella bordó los matices, las luces y la sombras de una mujer que se debate en un lugar en su pequeño mundo de papel pintado, en el deseo descarrilado y voraz a lomos de un Marlon Brando sublime, con el torso marcado por el trabajo rudo, por los amigos y la bolera, los juegos de cartas y la figura de un macho simple, que escrudiña y toma en plato frío la crudezas de la vida. Me transportó a varios capítulos del capital de Marx, donde hablaba de las condiciones infrahumanas en la época de la Revolución Industrial, donde hombres, mujeres y niños convivían asalvajados en un habitáculo donde se perdían en los altos hornos y en la mugre de los sueños, donde eran un saco huesos y músculos para levantar vagones y no importaba la educación, ni el cuidado de la salud, ni la humanidad. Qué fácil es caer en la pantalla del móvil, en la ideología del bruto y su sombra, en las formas abruptas de un querer extraño. Cómo disfruté, y cómo me hizo pensar que la salud se hace día a día, entre otros, trabajando, psicoanalizándose...qué fácil es caer. El actor Karl Malden haciendo de Harold, el amigo de Stanley, me sorprendió. Cómo se reveló en la cordura de Blanche, cómo se hiló para ser destapados los prejuicios de una mujer de la época. Blanche, la querida Blanche de esas dos horas y dos minutos, con sus expresiones tan vivas, sus baños calientes para calmar los nervios, su obsesión repetida hasta el tuétano con el sello de la culpa, cómo nos hizo brotar en flor, sentarnos con ella a la luz de la bombilla desnuda y pronunciar las palabras de diálogos tan maravillosos y tan poéticos, creadores. Personalmente me quedo con esta frase de Blanche: "¿Recta? ¿Qué entiendes por recta? Una línea puede ser recta, o una calle ¿Pero el corazón de un ser humano? "

En una de las primeras escenas de la película qué juego de Eros y Tánatos, qué metáfora, cómo te atrapa y encandila a luz del vivir “me dijeron que tomara primero un tranvía llamado deseo, que luego trasborde a otro llamado cementerio y que después me apee en los campos Elíseos.” Qué bello es vivir en los raíles de un tranvía llamado deseo.

 

Laura López

Psicóloga-psicoanalista

www.lauralopezgarcia.com

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