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Estupor por Gaza e Israel


Tal vez sea esta la palabra más indicada para definir la reacción ante lo que está ocurriendo en Israel y Gaza, sin olvidar otras guerras.

Estupor es un estado de asombro o pasmo, donde aflora la disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de falta de reacción ante el hecho que lo produce.

Creo sinceramente que eso es lo que nos está pasando en esta sociedad partidista, donde el interés personal y de grupo se sobrepone a cualquier sentimiento humanista, donde la ética y valores humanos se dinamitan por los aires, empujados por los odios ancestrales que inundan de vileza el corazón y la mente de importantes colectivos de ideologías y credos religiosos integristas.

El viejo conflicto palestino es la constatación más evidente del fracaso de la paz y de quienes, en el ejercicio de sus obligaciones de gobierno, tienen el deber y la exigencia de buscarla e imponerla desde la justicia social, el respeto al diferente, el derecho internacional, los propios derechos humanos y el sentido común que cultiva la convivencia.

Sabemos y hemos de aceptar con resignación que a lo largo de la historia han llegado al ejercicio del poder mentes criminales que produjeron grandes desastres, masacres y destrucción. Así mismo, también conocemos la capacidad que tiene el ser humano para producir armas o herramientas de devastación y muerte, con la intención de protegerse ante los considerados enemigos en un pensamiento no exento de paranoia. El que más las tiene más se impone, pero no por la razón sino por el miedo de los sometidos.  O sea, las armas dan el poder para ejercer el dominio sobre los demás, que aceptan la sumisión como un mal menor, ante la ruina y la muerte que provocan.

Lo que está ocurriendo en Gaza es lo más insólito e irracional que pueda observarse. Todo ello está, bajo mi punto de vista, inmerso en una estructura de interés de las grandes potencias, donde, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se conformó un sistema geoestratégico en equilibrio inestable entre ellas. Sobre todo entre los dos mundos que siguieron, dígase lo que se diga, en guerra no declarada, mediante la creación de dos bloques militares como la OTAN y El Pacto de Varsovia. Una guerra fría, pero de confrontación caliente en los límites del imperio, allá donde chocaban o se pretendía ampliar esos límites. Palestina estaba y está en esos límites.

De esa Segunda Guerra Mundial surgió un gran mártir, el pueblo Judío, que sufrió el terrible holocausto. Aquella barbaridad merecía una reparación, pero los grandes cerebros hicieron una chapuza, como con la mayoría de los proceso de descolonización. Israel era una nación sin tierra y allá se la otorgaron, donde su “bíblico derecho” los había ubicado hasta que los romanos, hace casi dos mil años, los forzaron a la diáspora, también llamado exilio Edom, y en el año 135 Adriano les acabó prohibiendo vivir allí, tras vencer a las levantiscas huestes que comandaba Bar Kojba. Luego creó la Siria Palestina para desbancar a la Judea, Israel.

Desde entonces la llamada Tierra Santa se ha convertido en un oxímoron, porque poco de santa y mucho de diabólica, de conflicto y guerra, tiene. Posiblemente haya sido la tierra donde más sangre se ha derramado a lo largo de la historia, en batallas de credos y de dioses entre los tres pueblos del Libro, cada cual con sus matices. Los judíos siguiendo el Talmud, los cristianos con los Evangelios y los musulmanes con el Corán, surgidos todos o alimentados por la Biblia. El ojo por ojo y diente por diente judío, o poner la otra mejilla del Evangelio no son muy consonantes, más bien todo lo contrario.

La realidad es que hoy nos encontraos con un Estado de Israel, comandado por un presidente de muy dudoso, por no decir nulo, sentido del respeto a los derechos humanos de los demás pueblos, que, apoyado por integristas judíos, practica la idea de imponer el sionismo en toda la tierra palestina.

Por tanto, lo que ocurre es un Déjà vu, un eterno retorno al conflicto irresoluto. Pero, en este caso, el contexto modula mucho la situación. Una guerra en Ucrania, un desencuentro entre Rusia y el mundo Occidental, un Oriente expectante y dispuesto a saltar en cuento tenga la oportunidad de ganar la pieza, o sea asumir China el papel de primera potencia mundial desbancando a los EE. UU. y un mundo islámico convulso, conforman un campo de cultivo que puede ir mucho más allá de un conflicto local o regional, hasta desembocar en una Tercera Guerra Mundial de catastróficas consecuencias para la humanidad; no así, tal vez, para las clases emergentes y dominantes que diseñan futuros distópicos, o sea «Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana» pero alcanzables. Este tema merece mención aparte junto al concepto de profecía autocumplida.

De momento estamos donde estamos, con un miedo al desconocido futuro, sin muchas posibilidades de influir, salvo que se inicie un movimiento ciudadano universal y solidario que exija la paz y la concordia, con soluciones justas al conflicto, aceptadas por todos los afectados.  Hay posiciones muy alejadas y poca disposición a acercarlas.

Concluyo condenando con toda mi energía el terrible atentado terrorista de Hamas, que inició esta nueva etapa del conflicto con su cruel incursión en Israel, dando muerte a centenares de ciudadanos y a jóvenes desarmados, que participaban en un concierto musical y secuestrando a centenares de israelitas y turistas para usarlos como elementos de intercambio.

Pero también condeno y rechazo con toda contundencia las acciones de guerra del ejército israelí en Gaza, dando muerte a miles de inocentes, destruyendo sus casas y sus bienes, hospitales y escuelas, aunque considere que Israel tiene derecho a defenderse como lo tienen los demás, de forma lógica y proporcional, pero de esta forma no. Esto está siendo calificado por muchos juristas como crímenes de guerra de un Estado, en teoría democrático. Por ello puede que Benjamín Netanyahu pase a la historia como un criminal de guerra. Oposiciones está haciendo para ello.

Creo que todos debemos de exigir a este señor que pare esos bombardeos que tantas muertes inocentes están provocando. Ya, hasta parte de su propio pueblo, se lo está demandando.

 

Antonio Porras Cabrera

 

 

 

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