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La buena noticia. Tambores de guerra


      Por entonces yo compartía mi trabajo en Intelhorce con los estudios de Económicas en la incipiente UMA que me financiaba la empresa. Eran tiempos convulsos en los que cada una de las clases se convertía en un rayo de esperanza y en un foro de debate.

      En un momento determinado aquel extraordinario profesor pontificó diciendo: “la economía mundial necesita una guerra cada veinticinco años para iniciar un nuevo ciclo”. Por entonces ya se estaban organizando conflictos bélicos de todo tipo, que permitían el negocio entre las grandes potencias que suministraban las armas.

     Seguimos en la misma tesitura. Hay que gastar el depósito de armas en stock. A ser posible en guerras “distintas y distantes”. El comité de seguridad de la ONU se vuelve a reunir una y otra vez, para rasgarse las vestiduras y no tomar ninguna decisión debido al veto de los poderosos. Me recuerda a aquella deliciosa película de Mario Moreno “Cantinflas”, en el que dicta un discurso memorable que seguiría poniendo colorados los rostros de los dirigentes mundiales.

     Desde ayer suenan tambores de guerra en Gaza. No hay nada nuevo bajo el sol. En aquella zona llevan miles de años peleándose sus habitantes basándose, casi siempre, en sus creencias religiosas. En un viaje que realicé por aquellas tierras, presencié como en ambas facciones se permanece constantemente en estado de guerra y las ametralladoras lucen en las espaldas de muchos ciudadanos de una manera ostentosa.

     Como siempre, medio mundo se pondrá de parte de unos, y el otro medio, de los otros. Es como ser del Madrid y del Barça. Subirá el petróleo y el trigo y todos tan felices. Mientras que no se suspenda la Champion Ligue o el Mundial de algo, todos contentos.

      Mi buena noticia de hoy me la proporciona ese grupo de religiosos de todas las nacionalidades, de distintas comunidades cristianas, que siguen cuidando y manteniendo los lugares sagrados en los que se desarrollo la vida, pasión y muerte de Jesucristo. Esos frailes que se mantienen en Belén; una ciudad sitiada, en medio de un conflicto constante, de la que es muy difícil entrar o salir. Así como los franciscanos que se encuentran en un Jerusalén en el que conviven (bastante mal) judíos, cristianos y musulmanes en un kilómetro cuadrado.

     Han pasado muchos siglos desde que se produjeron las desavenencias entre Isaac e Ismael. Sus seguidores siguen erre que erre. O quizás se trate del poder político y económico. Eso no hay quien lo arregle. A gastar armas. Y a morir inocentes. ¡Qué pena!

 

 

 

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