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La buena noticia: Aprender idiomas


    Aquellos que hemos adquirido cierto nivel en los estudios, conseguimos tener unas nociones a lo largo del bachillerato o en Comercio. En mi caso, tres cursos elementales de francés, inglés e italiano. Esto nos ha permitido bandearnos por el mundo con nuestro inglés de “los montes”, un tanto de idioma de signos y un mucho de cara dura.

    Cuando nos sentíamos ufanos de poder salir de nuestras fronteras con un escaso, pero suficiente, bagaje idiomático, nos vuelven a poner colorados por nuestro casi nulo dominio de las lenguas de una gran parte de España. Los próceres han decidido que el español desaparezca como lenguaje vehicular y lo utilicemos “solo en la intimidad”.

     Hace años que entiendo bastante bien el catalán, el valenciano y sus derivaciones. Mi profesión anterior me obligó a ello para entenderme en mis múltiples viajes por Cataluña y el levante español. Normalmente mis interlocutores me pedían disculpas cuando hablaban entre ellos, pero yo, finalmente, disfrutaba aprendiéndolo.

     Con el euskera ya funciona de otra forma la cosa. No hay quien lo entienda. Para el gallego hay menos dificultades. Hace años presencie una obra de teatro que abordaba el problema que ahora se nos ha  presentado. Planteaba una entrevista entre el lendakari y el presidente de la Generalidad, rodeados de ertzaintzas y mozos de escuadra. Traducían del vasco al catalán, se armaba un cisco y acababan hablando en castellano.

     En el Congreso de España va a suceder lo mismo. Si todos entienden y hablan el castellano (unos mejor que otros), ¿a que viene este lío de ahora? Supongo que para engordar el ego de algunas minorías que se sienten superiores al resto de los españoles. Cuando se pongan serios los que hablan en bable, el aragonés, el árabe, el “andalú” o el calo, se va a armar la de Troya.

     Mi buena noticia es que en mi casa, salvando alguna sordera, nos entendemos bastante bien. Seguimos sin dominar el inglés, pero mis nietos se entienden estupendamente con los “foreing people”. Pero sobre todo, me gustaría que cultiváramos nuestro maravilloso español, hablado y escrito. Que no utilizáramos tantos términos propagados por los nuevos educadores de la juventud, los puñeteros “influencers”.

     Ea, ahí les dejo. Tengo que aprenderme “els segadors”. ”Au revoire”, que decía Voltaire.

 

 

 

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