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El reto de la legislatura


Interesante momento político el que nos ha tocado vivir. Podemos pasar de la ignominia del insulto y la descalificación a una situación más soportable donde los grupos políticos, desde sus principios, sean más lógicos y razonables. Puede que JuntsxCat se acerque a la posición pragmática de CIU del pasado. Ya está expresando el Sr. Mas i Gavarró que no sean intransigentes, lo que quiere decir sacar el máximo provecho posible para nuestros intereses… ¿les suena eso? Es lo que hacía CIU en sus pactos con el Gobierno Central para apoyar su formación.

Recuerden que Felipe González les cedió la corresponsabilidad fiscal, el 15% del IRPF y desarrolló otras transferencias del Estatuto. Aznar acabó hablando catalán en la intimidad y firmando el pacto del Majestic y transfirió las competencias de tráfico a los Mossos d'Esquadra, y otras en materia de justicia, educación, agricultura, cultura, farmacias, sanidad, empleo, puertos, medio ambiente, mediación de seguros, política lingüística y vivienda, que se recogían en 21 puntos de acuerdo. Zapatero se comprometió a aprobar un nuevo Estatuto y a respetar el texto salido de las Cortes catalanas, redacción que el TC tumbó más tarde ante el recurso del PP y haber sido aprobada por el Congreso.

Tras la actitud de Rajoy, recogiendo firmas contra el Estatuto y presentando el mencionado recurso ante el Tribunal Constitucional, que declaró inconstitucionales varios artículos del mismo, el independentismo catalán se rebela, se carga de argumentos y gana adeptos hasta desembocar en la declaración de independencia, tras una etapa de conflicto político y un movimiento social de fuerza muy significativa, por lo que muchos creen que esa sentencia fue una fábrica de independentistas y la causa inicial de todo lo que está ocurriendo.

Ahora, tras esta legislatura, ha quedado aparcada la línea de desarrollo del Procés, a la vista del resultado electoral, lo que nos abre un nuevo campo de negociación para buscar normalizar la situación de forma más pragmática, para lo que hace falta una visión más abierta, más audaz, tomando el toro por los cuernos para salir de este callejón sin salida. La burguesía catalana que mueve los dineros y el negocio, no está cómoda con esta situación y añora otra de mayo ganancia y menor riesgo para su futuro.

En este momento, a mi entender, se trataría de volver a conformar una nueva etapa que consiga confluir los intereses y articular, lo que yo llamo, la INTERDEPENDENCIA en lugar de la INDEPENDENCIA. No sé si será posible rediseñar un nuevo Estatuto que, con el visto bueno de la mayoría cualificada de todos los partidos, garantice la convivencia y concordia otros cuarenta años como mínimo, pero habría que intentarlo para cerrar este ciclo sin quedar nadie humillado, aunque implicara alguna modificación de la propia Constitución, ya casi con medio siglo de vida, y una amnistía, como borrón y cuenta nueva, tras el compromiso de cerrar un pasado conflictivo y abrir un futuro prometedor.

En contraposición a este planteamiento cabe otra actitud, la de la confrontación. Aquella que pretende imponer una idea y un modelo único donde no se admiten los demás, por lo que deberán someterse, por las buenas o por las malas, al ideal que defienden en su dictado y forma de interpretar la realidad y las normas que nos rigen.

El principio fundamental es entender que España es diversa, históricamente polícroma, y, en estas condiciones y ejerciendo la democracia, el resultado ha de ser el que se desprenda de la interacción de todos sus partes o elementos, como dirían los sistémicos. La negociación y el acuerdo son las únicas herramientas para contrarrestar la entropía de la dispersión y dar coherencia al Estado.

Pero esto requiere un pacto de Estado, con mucha pedagogía y audacia, para que sea enmarcado dentro de lo razonable y no de lo emocional o, mejor dicho, conjugando las dos cosas en su justo término, y, además, unos políticos con visión mucho más amplia de la que nos andan mostrando que, en algunos casos, parecen de barra de bar. En las altas esferas del poder están los cocineros que han de condimentar este menú… ¿sabrán aderezarlo?

 

Antonio Porras Cabrera

 

 

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