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De cuyo nombre no quiero acordarme


El ser humano es el único animal que ya ha intentado (contando con “todos” los aplausos o apoyos) detener el curso de los ríos, frenar la libertad de los vientos, llevar plásticos a las más altas montañas, llenar de insecticidas los frutos, divertirse con la matanza lenta de animales y elegir paisajes de cemento al corazón.

El ser humano es el único animal que ha disimulado todas las injusticias, humillado-burlado a todos los que son demasiado débiles, ninguneado a los que les prometió amor, callado a todos los que no son poderosos o mediático-manipuladores, silenciado a todos los que de verdad han amado a la verdad.

El ser humano es el único animal que todo lo crea de la mentira, de la hipocresía, del ego omnipresente hasta en el aire que respiras, de la astucia vestida de mil bondades perfectas, de la avaricia-derroche convenciendo absolutamente a todos con la más sutil estética o inteligencia emocional-malnacida.

El ser humano es el único animal que da asco de que sea animal, que da asco de que sea humano o artificial o payaso, que da asco de que sea de carne fétida con su maldito hueso, que da asco de que sea o que se sienta santo, que da asco que nombre a algo divino siquiera, que da asco que moleste un segundo más a “lo que sea”.

El ser humano es el único animal que se sabe todas las trampas, todos los relatos, todas las especulaciones, todos los regateos, todos los trámites para al fin no pagar o para no dar la cara, todas las puertas giratorias y todas las ventajas o inmorales privilegios para humillar a la verdad.

El ser humano es el único animal que pasará lo blanco por negro, o se cagará en lo blanco como lo hizo en lo negro, o se pondrá otra vez el corazón más negro que blanco, ¡claro!, o se arrimará a los blancos para apalear a los negros.

Como tópico, dicen que todos debemos tener confianza en él ante la iglesia-poética estándar (para quedar bien con buenas FORMAS o para simplemente engañar); pero, la verdad, ¡Dios mío!, yo jamás tengo confianza en él ni ya… casi en nada.

Lo único que quiero es respirar sangre muerta de tantos animales en mi alma y que, al menos él, él y él, ya no haga sufrir a nada más. Completamente a… ¡nada más!

 

José Repiso Moyano

 

 

 

 

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