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Peluche y drama


Esponjoso, fofo, fungoso por fuera y firme, duro, resistente por dentro. Así era el peluche que le habían regalado. Estaba muy contenta. Su padre le dijo que iban a ir al parque, que se lo llevara para jugar.

—Es el peluche —se miraron entre sí los dos observadores.

Y ambos comenzaron a correr hacia la niña. Con cuidado de no hacerle daño, le arrebataron el muñeco y continuaron corriendo. Ella, en drama transmutado su contento, comenzó a llorar: Inútil fue que el padre corriera tras los supuestos ladrones.

—Te compraré otro, no te preocupes, Lucía.

—Yo lo quería, papá, lo quería. Me gustaba mucho.

—Te prometo uno igual.

Padre e hija continuaron su paseo por el parque. Aquel tratando de encontrar la flor del consuelo para la niña. Hacia el final de la avenida, toparon con el peluche rasgado, como destripado. Lucía corrió hacia él llorando. Pero uno de los  policías le impidió el paso.

—Era mi peluche —dijo la niña.

El policía desconcertado miró al padre.

—¿Era de su hija ese peluche?

—Yo se lo había regalado.

—¿Usted? Tiene que acompañarnos a la comisaría.

—¿Por qué?

—Por tráfico de estupefacientes.

 

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