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El tablero de ajedrez


El tablero de ajedrez en que se ha convertido el mundo se está complicando. La estrategia de Putin, en un juego perverso expansionista, entra en una espiral difícilmente controlable, sobre todo cuando el actor es un soberbio megalómano que sería capaz de acabar con la propia humanidad antes que sentirse derrotado y humillado. No sé cómo no nos percatamos del peligro de elevar al poder a sujetos carentes de empatía, muchos de ellos con rasgos psicopáticos, a los que el sufrimiento ajeno les trae al pairo. Más, he de reconocer que los caminos tienen recovecos incontrolables.

Pero en esta jugada, que no es a dos, sino a tres bandas, por no decir más, tiene un tercer actor. Si está claramente la Rusia de Putin, y digo la Rusia de Putin porque hay otra Rusia obviada y marginada por no estar en su línea, y los omnipresentes EE. UU. que, en esto de la política exterior y la geoestrategia, siempre hicieron de su capa un sayo, o sea lo que les salió de su santa voluntad egocéntrica e imperialista, aflora con fuerza el gigante asiático que surgiendo de la nada va escalando posiciones.

El monstruo fue alimentado por los intereses económicos de Occidente y sus multinacionales, con la pretensión de forrarse. Es evidente que la globalización ha sido un buen negocio para esas empresas que fabricaban a precio de allá para venderlo a precio de aquí. El pueblo chino, sumido en la más absoluta miseria, sometido desde siempre, y más por el terror que Mao ejerció sobre él, acabó sumiso y colaborador. Trabajando como chinos ?¿o debería decir como negros?? han levantado al país para entregarlo a las oligarquías pseudocapitalistas de sus elites dominantes . Ya se sabe: “o estás conmigo o está contra mí” y si estás conmigo tendrás las migajas que caen de la mesa del señor, pero si no lo estás, no tendrás ni eso.

Ese mensaje del gobierno chino hacia su gente está claro. En este sentido existe cierta similitud entre Rusia y China, ambas enraizadas en un sistema de poder dictatorial histórico, ya sea de los zares y posteriormente de los secretarios del partido comunista, o, en el caso de China, del emperador y de Mao y sus seguidores después. Eso crea una cultura de la obediencia, sobre todo cuando se observa que cualquier disidencia acaba francamente mal para el disidente, fundamentada en la figura del presidente plenipotenciario que surge como un nuevo Rey Sol, aquel Luis XIV francés que decía que el Estado era él.

Mientras tanto, el llamado Occidente, o sea nosotros, anda inmerso en cultivar un modelo económico de corte neoliberal, donde el ciudadano pasa de ser el eje sobre el que pivota todo en el Estado del bienestar, a ejercer de herramienta de producción y consumo, en un “neofeudalismo” donde la nobleza de antaño la ejercen las multinacionales.

En los casos de Rusia y China se observa un incremento de los oligarcas que ocupan y se alían con el poder; mientras por aquí son las multinacionales las que dominan las tecnologías y el mercado mientras intentan neutralizar la influencia del Estado, esgrimiendo una falsa libertad que perpetuará la injusticia distributiva. Son dos modelos diferentes que podrían convivir como hasta ahora, pero que llegados a este punto parece compleja su coexistencia.

De todo ello y a la vista de cómo se desarrolla el conflicto de Ucrania y las causas que lo motivaron, el futuro es desalentador. El tablero al que me refería al inicio de este texto, nos muestra una confrontación entre las dos primeras potencias mundiales en el orden militares, que no en el económico, pues Rusia está muy lejos de serlo. Pero agazapada, jugando sus bazas, anda China. Engatusa a Rusia con un apoyo solapado, para no provocar en exceso, pero sabedor de que si Occidente se enfrenta con Rusia, la cosa irá lo suficientemente bien para sus intereses, pues facilitará el crecimiento de su economía a niveles importantes, mientras los otros se van destruyendo mutuamente. En su filosofía existencial, el pueblo chino, tiene una máxima contundente: “Toda crisis conlleva una oportunidad”. Ello les elevaría a una posición de poder y dominio de la geoestrategia que permitiría ver su futuro como primera potencia mundial a plazo más cercano del que tenían previsto.

Por otro lado, China, con una población tan inmensa, necesita recursos si quiere fomentar su comercio y elevar el nivel de consumo interior. Rusia, potencialmente, es, tal vez, el país más rico del mundo, sobre todo con este cambio climático que dejará grandes áreas de Siberia en mejor disposición de explotación. En este sentido, sospecho, que China mira de reojo a esa Siberia vecina del norte, que es una excelente despensa de materias primas para sus intereses.

Es aquí donde pongo mi observador ojo, pues si Occidente y Rusia confrontan y diezman sus capacidades, tanto militares como económicas, mientras ella sigue creciendo en ambos campos, puede que muy pronto llegue el momento de pasar al asalto y arrebatarle a Rusia el dominio de ese almacén de recursos.

China, al igual que cualquier potencia expansionistas, tampoco es de fiar, pero en este mundo de falacias, de posverdad y fake news, de manipulación e intereses ocultos, cabe preguntarse quién lo es. La paranoia siembra y cultiva la confrontación y la guerra, renuncia al bienestar del ciudadano y enfoca su atención al armamento para defenderse de aquel que también se arma para defenderse de nosotros. La espiral, alimentada por esa paranoia, lleva, casi siempre, a una fuga hacia adelante de resultados imprevisibles.

China se frota las manos, mientras manifiesta un moderado optimismo por su futuro, una vez que Rusia y los EE. UU. se estén dando de tortas que, como siempre, se las darán en la cara de sus pueblos, o sea de nosotros, ellos surgirán como potencia dominante. Pase lo que pase vamos dados…

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