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Tener los ojos llenos de pan


Recuerdo, iniciados los años cincuenta del pasado siglo, que los escolares éramos clasificados con los siguientes apelativos: listos, zoquetes, humildes, díscolos y huraños. A excepción de listos y humildes, el resto “tenían los ojos llenos de pan”. Con ello se daba a entender que los estómagos vacíos se prestaban a recibir toda clase de alabanzas, incluso halagos, en aras de compensar (indemnizar) las penurias económicas. Por el contrario, malos estudiantes, niños díscolos o huraños tenían comportamientos de estómagos llenos, de ahí el remoquete formativo. Este comentario estaba lejos de profetizar cualquier realidad que supusiera hartura personal u opulencia familiar. Antes bien, suponía una metáfora paradójica que se aplicaba sin ninguna autenticidad, salvo el hecho probable de identificar —con inventiva y cierto resentimiento— solvencia económica y estolidez intelectual y moral.

Ignoro si la frase tendría valor probatorio porque en mi infancia no conocí ningún niño rico. A decir verdad, personalmente no acostumbro a recorrer espacios comunes con nadie que pueda vivir de las rentas; es decir, aproximarme a ningún rico “de cuna” o de “otros orígenes”. Puedo atestiguar, sin embargo, que hoy (pese a haber perdido actualidad la susodicha locución) han aumentado sobremanera quienes muestran los ojos empanados, cegatones. Si no se debe a fortuna, diluida entre crisis, IPCs enloquecidos e impuestos confiscatorios, hemos de admitir que aquel dardo compensatorio y consolador, se ha convertido —aun ilusorio, teatral— en actual y justificada arma arrojadiza sin conexión semántica ni metafórica. La pregunta resulta inapelable, no pintoresca: ¿Todavía hay gentes que tienen los ojos llenos de pan? Respondan ustedes.

Creo haber encontrado, entre la élite, individuos que remontan aparentemente a los necios, antiguos sujetos con ojos henchidos de pan. Aunque lo provocaran, porque son casos señalados, insólitos, demasiado patentes, habría que juzgarlos más allá de la primera impresión. Por encima de si son galgos o podencos, tienen un detalle sospechoso, casi clarificador: consideran al resto personas de plastilina con las que experimentar a placer. Esos son los peligrosos. En España tenemos un caso paradigmático: José Félix Tezanos y sus encuestas “bárbaras”. Cuando todos los sondeos de la última semana dan ganador al PP, aparece el señor Tezanos abarrotado de pan, digo…de medios a plena disposición y desbarra. Su encuesta iza al PSOE (inexistente) a lo más alto con una ventaja de cuatro puntos sobre el PP de Feijóo, ambos (PP y Feijóo) trinando, desmadejados, a decir verdad.

Nuestro hombre orquesta, animador del cotarro electoral con dinero público, resulta arbitrario, esperpéntico, empalagoso. Desconozco si es más inteligente que hábil, aunque me quedo con el viceversa. Pudiera ser que —suponiendo el dúo efectivo, pero algo burlón— yo también cometiera error por exceso de tiento. A la postre, la barba del señor Tezanos oculta, y no veladamente como en la Gioconda, no solo la cara sino su espejo. Si ese forro capilar se aleja de prenda de vestir para cubrirse el rostro, podría advertirse en ella, tanteando al máximo los recursos estilísticos, un recato artificioso. ¿Por qué no un asalta sondeos con embozo natural? ¿Y por qué no, si altera (en un proceso de alevosía si no nocturnidad) la tranquilidad ciudadana cada vez que ofrece a Sánchez un chute psicodélico, alucinógeno, que le permita alguna alegría bulliciosa?

Sánchez —acostumbrado a pitadas, definiciones (no insultos, al decir de Valle Inclán) y notables gestos de desprecio personal— cada vez que recibe alguna loa agradecida, expande su egocentrismo hasta convertirlo en individuo contradictorio, deforme, irascible. Es una reacción lógica ya que deja al descubierto su poca talla personal. Hablar de ojos llenos de pan en él parece menudencia, migaja; levitar sobre una realidad paralela, psicótica, constituye opción firme, no desechable. Ofrecer cuatrocientos euros “culturales” a una juventud analfabeta y amante de la litrona es, cuanto menos, un despropósito, abrir el bazar de las vanidades para malbaratar votos jóvenes. Imaginar la reedición del gobierno Frankenstein dando un paso al frente los dieciochoañeros (bono joven) y jubilados (Pacto de Toledo) superaría lo inimaginable respecto a ojos amorfos.

El gobierno se nutre, y pretende alimentar a la sociedad nacional e internacional, de eslóganes. Sorprende que ahora mismo el vocablo con mayor carga política sea “bulo”. Tiene gracia que el ejecutivo más embaucador e hipócrita desde Atapuerca, haya creado una Comisión para determinar qué es bulo y quién los propaga. Consiste en poner la zorra a guardar gallinas. Queda un año, si antes no quiebra el tenderete, en donde el gobierno va a utilizar dinero público, superchería y tretas para revertir las encuestas. Espero una rotunda respuesta ciudadana si se quiere evitar el irrecuperable caos económico a que nos lleva este presidente achulado e inútil. Se jacta, cuando somos el cuarto país más pobre de Europa, de que lideraremos la recuperación en el ámbito comunitario. Resulta improbable imaginar que los políticos españoles, todos, puedan tener los ojos llenos de pan. O no, vete a saber.

Sánchez confunde a los políticos comunitarios con la sociedad española. Nosotros, tras elegir presidente del gobierno a este mendaz y retorcido individuo, reconocemos hasta qué punto tenemos los ojos llenos de pan. Aunque no sea consuelo, nos superan los catalanes al elegir alcaldesa a Ada Colau tan estrambótica como inservible. Hay más casos, pero interesa destacar aquellos que han conformado ellos mismos un sello llamativo a la vez que una jerarquía política extrema cuando han alcanzado el poder por chiripa; es decir, azar grupal o utilizando el viejo recurso de la selección a través del lurillo, lurate; arcaica y vilipendiada elección al albur. Hoy, a bombo y platillo, los presidentes francés, español y portugués, han liquidado definitivamente el Midcat, gaseoducto para enviar a través de Francia gas argelino a Alemania, aprovechando las “buenas relaciones” hispano-argelinas. Lo han sustituido por ese sueño-pesadilla del hidrógeno verde y la excepción ibérica para calmar a Francia. ¡No hay nadie como Sánchez para vender delirios, sin rival!

Hay que ser hechicero para convencer a Macron (o tener este los ojos llenos de pan) del hidrógeno verde —cuando lleva experimentándose desde el siglo XIX— a la vez que de la excepcionalidad ibérica que lo único bueno dicho por una economista de la “cuerda” ha sido “es mejor que no hacer nada”. Conozco frases explícitas que ocultan peor la coyuntura energética. Por cierto, el tótem de Tezanos y otros fracasados, llevó una comitiva de veintiún vehículos en el aeropuerto de la Coruña para coger el Falcon de regreso a Madrid. ¿Es así como gestiona este aprovechado nuestros impuestos? ¿Y aún le dan ciertas encuestas (las sensatas) sobre noventa diputados? ¿Quiere conseguir con dinero de todos ubicarse de nuevo en La Moncloa? Si eso ocurriera no habría duda, nosotros sí tendríamos todavía hoy los ojos llenos de pan.

 

 

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