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Drones y fuegos de artificio abren la Feria


Ayer, un juego de drones anduvo en el cielo haciendo cabriolas. Su objetivo: abrir la Feria con sus novedosas piruetas y figurines, como telonero de los fuegos artificiales tradicionales que siempre dan paso a las jornadas feriales. Decenas de miles de malagueños, con el cuello forzado, a pique de una tortícolis, -hoy veremos por donde sale el esfuerzo- móvil en ristre e incómoda posición, no dejábamos de grabar el espectáculo desde el propio lugar, su cercanía o desde la terraza de casa, que para eso las explosiones se dan en el cielo, sobre casas y tejados, dejando al descubiertos y accesibles tan bellas imágenes.

Ya no soy yo muy de ferias a mis años, aunque tampoco lo fui en demasía en mi juventud. Eso sí, como buen malagueño traje a mis amigos de otros lares para que la disfrutaran y se llevaran una buena imagen de Málaga. Recuerdo allá por los años finales de los 70, el susto que se llevaron mis amigos Miguel y Magda, catalanes ellos, cuando en plena calle Larios les piafó un caballo justo detrás. En aquellos tiempos, los caballos paseaban por las calles del Centro en una fusión extraña entre caballista y transeúnte, no exenta de riesgos y desconfianzas, donde la simbología de la jaca producía un goce asimétrico entre ambos, más cercano al señorito que al pueblo llano.

Hoy los caballos no van por el Centro de la ciudad, la ausencia del fétido olor de sus excrementos y orines, permiten mayor disfrute de la calle Larios, sus rincones anejos, sus espacios de algarabía y folklore.

El Centro ya es diferente. Nuestros barrios siguen con sus déficit, como si una fuerza centrífuga hubiera alejado del Centro la suciedad, el abandono y el deterioro urbano, dejándolos depositados en la periferia y otra, centrípeta, hubiera atraído al Centro la belleza y esplendor. Pero la ciudad, la cara de la ciudad, mejor dicho, ha ganado mucho. Se ha lavado, le han hecho cirugía estética y parece más bella… indudablemente lo es. El casco antiguo tiene un singular encanto que deja embelesado al visitante, sorprendido por su arquitectura, ornamentación urbana, monumentalidad e historia. Málaga, ciudad portuaria y comercial, siempre fue una desconocida para el visitante veraniego, para el turista que buscaba sol y playa, pero ahora… ahora es distinto. Su oferta supera las expectativas: museos, terrazas, el Muelle 1 y el Palmeral, el bullicio de gente expectante y dispuesta a gozar de sus copas y sus tapas, los músicos callejeros y un sinfín de atracciones invitan al paseo por la ciudad. Eso sí, cuando el Terral no planta en la calle su horno crematorio, sino que la brisa de Levante acompaña a la luna en su tránsito a Poniente. Entonces, cuando el aire acaricia tu piel, te sientes en un paraíso, en la ciudad del Paraíso de Vicente Alexandre. Málaga te invita al paseo o a sentarte en una terraza con una espléndida vista de fondo, bien de la Alcazaba y el Teatro Romano, de la Catedral, calle Granada o cualquier otro lugar o rincón con encanto.

No defenderé la feria como forma de gozar de lo que digo, porque, en la feria, esta sensibilidad se pierde y el jolgorio suple a la necesaria concentración y sosiego para vivir la ciudad. La feria no es contemplativa e introspectiva, es una vivencia expansiva a caballo del alborozo, del cante y el consumismo, para despertar y potenciar la sensación de alegría, compartiendo bebidas y yantar sin límite razonable, en muchos casos. Luego, por si el Centro no hubiera dado la talla, por la noche, tienes otras ofertas en el Real, donde las casetas se convierten en otra dimensión diferente del festejo.

Se inicia, pues, la Feria de Málaga, pero este año con la amenaza del Terral, al menos en principio. Después veremos cómo se da el tránsito, porque Málaga sin algo de Terral no es Málaga. Es posible que, a pesar de mi resistencia, acabe dando una vuelta por el Centro, pasear por calle Larios y tomarme un vino fresquito con su correspondiente tapa… porque el que tuvo retuvo y en mis recuerdos sigue latente el disfrute de mi juventud en esas fechas.

¡Que ustedes lo pasen bien y lo disfruten…!

 

Antonio Porras Cabrera

 

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