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La segura inseguridad que nos afecta


Evidentemente estamos ante unos momentos donde la inseguridad es incuestionable; o sea que es casi lo único seguro que no podemos cuestionar. El mundo siempre estuvo lleno de inseguridades. Ello es natural en un proceso evolutivo dependiente de tantos factores variados sobre los que no podemos ejercer un control y dominio para redirigirlos hacia la seguridad deseada… o lo que es lo mismo, como decía el poeta, se hace camino al andar, pero es un efímero sendero que deja de ser transitable una vez sobrepasado. Por ello, cada instante es diferente y, si bien se puede intentar aplicar la experiencia habida, siempre habrá variables que le otorguen una singularidad determinada aunque solo sea por sutiles matices. Recordemos la teoría del efecto mariposa, donde se sostiene que “El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo”, que se sustenta en la física y la ”idea del caos”. Mas, ¿cómo poder controlar el vuelo de esa mariposa? Por tanto, siempre estamos sometidos a la inseguridad, dado que vivimos en un sistema abierto integrado por múltiples elementos que interactúan entre sí. Tal vez lo consiga la cuarta revolución industrial con la Big Data manejada en potentes ordenadores de inteligencia artificial... Mala cosa podría ser en manos de según quien.

El futuro, en estos momentos es aún más inseguro al presentar variables descontroladas en demasía, más conductas, actos y conflictos no encauzados, de resultados imprevisibles. La guerra de Ucrania, el conflicto con China y el intento de redefinir un nuevo Orden Mundial desde la unilateralidad, crea demasiadas disonancias, y dentro de unas horas, los que ahora sostengo, puede quedar obsoleto, sobrepasado por los imprevisibles hechos.

Las crisis, que afloran cuando el sistema muestra su incapacidad para dar salida a situaciones nuevas, que ponen en entredicho la sistemática funcional de la sociedad, surgen por el colapso de las estructuras que sostienen la vida en comunidad, en la relación entre los seres humanos y sus órganos o estructuras de funcionamiento y gestión del entorno o hábitat donde vive, cuando ya no sirven, total o parcialmente, los cánones o modelos usados o se ha modificado el equilibrio de fuerzas.

Uno de los aspectos básicos es la relación comercial, el intercambio de materias y bienes que permiten la actividad económica y una digna calidad de vida dentro de los Estados, sujeta, eso sí, a las expectativas, siempre fundadas sobre el desarrollo de lo existente. La historia es una continua o secuencial crisis, coyuntural en primera instancia, estructural en segunda y cultural o ideológica si no se desarrollan herramientas para superarla. En todo ello subyace el control y uso del poder, que suele venir de la mano del dominio sobre los recursos que los demás requieren, bien porque no los tienen o porque son incapaces de generarlos. La mayor inseguridad se genera ante la inaccesibilidad a ellos o la previsión de no poder contar con los mismos. Sirva como ejemplo el gas ruso usado como arma de poder y guerra.

Europa, la madre de nuestra cultura y el sistema económico actual, basado en los movimientos habidos con la llegada de la Edad Moderna y su posterior desarrollo de dominio mundial a lo largo de los 5 pasados siglos, está colapsando. Se suicidó en guerras fratricidas en el siglo XX, ambas guerras mundiales dieron al traste con su poderío y predominio mundial. Perdió el acceso incondicional a las materias primas y, a pesar del desarrollo industrial, se vio abocada al declive en tanto fue dependiente de recursos ajenos, sobre todo energéticos. Su poderosa industria garantizó por un tiempo su solvente economía, pero la globalización, a caballo de las multinacionales, deslocalizó esa industria para manufacturar en oriente y provocar el desarrollo industrial de pueblos “durmientes” como China, India y demás países en vías de desarrollo, que producían a menor coste.

Europa es la abuela del mundo que está siendo reemplazada por nuevas generaciones. Sin energía, sin fuentes que sostengan y desarrollen el viejo cuerpo, dependiendo de otros para su sostenimiento, tiene un futuro incierto y de pronóstico poco halagüeño. Solo uniendo todas sus fuerzas, creando sinergias, unificando objetivos compartidos, evaluando la situación para hacer un buen diagnóstico y plantear un tratamiento imaginativo, innovador y revitalizador, con energías alternativas de producción propia, podrá acometer el futuro. La tecnología punta, el progreso del conocimiento y sus capacidades potenciales para competir con los EE. UU., China y los demás países subidos al tren del desarrollo, podrán hacerla autónoma e independiente de los recursos ajenos. No podemos estar en manos de Rusia y su potencial energético, de EE. UU. y su paraguas. No podemos seguir comprando manufacturas en China y obviando nuestras industrias, hay que buscar un revulsivo que nos revitalice y garantice un futuro mejor que evite la agonía y un fatal desenlace.

El futuro está en invertir en nuevas tecnologías, en nuevas fuentes de energía y en I+D+I, pensando que, tal vez, algunas de las que consideramos distopías, será una realidad si no somos capaces de reconducir la situación.

Con las crisis se nos presenta una oportunidad para buscar soluciones imaginativas y creativas en su resolución. ¿Será capaz la vieja Europa de lograr la solución más adecuada para seguir manteniendo su Estado del Bienestar, o el lastre que arrastra la hundirá en el fondo de la ciénaga?

Debe fortificarse en sus valores antes que caer en manos de las otras dos fuerzas que combaten por el futuro: las multinacionales dominantes de los medios económicos y de producción, con su filosofía neoliberal, y las oligarquías presidencialistas acumulando poder y alienando a sus pueblos para someterlos a sistemas políticos poco o nada democráticos. En ambos casos el peligro está en la deshumanización del ser humano como parte “objetal” de una sociedad donde quede diluido, perdiendo su propia entidad individual.

Estamos ante una tesitura importante: o aceptamos nuestra responsabilidad y compromiso para dirigir nuestro futuro, o nos dejamos arrastrar a una dependencia y sumisión a ideologías neoliberales o totalitarias, deshumanizadas y regresivas.

Ciertamente, tenemos un futuro incierto, inseguro, eso sí es cierto.

 

Antonio Porras Cabrera

 

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