Publicidad

La inflación descontrolada


La situación, por múltiples causas, se está desmadrando, no solo en España sino en todo el mundo occidental, debido a un conflicto que genera inseguridad y rompe los esquemas funcionales de la dinámica económica y la evolución de los precios.

En la teoría sistémica se sostiene que, en un sistema interactivo entre los elementos que lo conforman, el resultado del mismo no es la suma de las partes, sino la resultante de su interacción, hasta tal punto que, introducidos cambios en una sola variable o elemento, al interaccionar con las demás, se produce un movimiento homeostático que genera cambios imprevisibles en el propio sistema hasta estabilizarlo concluido el proceso de asimilación del cambio. Este proceso, no exento de cierta convulsión e inseguridad, establece una oportunidad para ciertas partes a las que les permite intervenir con suculentas ganancias. Es aquello de “a río revuelto ganancia de pescadores”.

Aquí quería yo llevar mi análisis respecto a la situación y la complejidad generada para conseguir controlar el proceso inflacionario al que estamos sometidos. En todos estos cambios o procesos influye, sobremanera, la opinión pública y la percepción social de una situación de quiebra de la estabilidad del mercado. La subida del precio de cualquiera de los elementos que intervienen en el proceso de producción, distribución y comercialización del producto, desestabiliza ese equilibrio sostenido hasta el momento y justifica la demanda de revisión de los precios, que contará con la aprobación, o la resignación, de la población ante una realidad percibida, donde las pérdidas económicas de los agentes implicados en el proceso productivo y comercializador son evidentes.

Mas, siempre, en ese río revuelto, afloraron los pícaros y ladinos sujetos que, al amparo de estas circunstancias, elevaron los precios en una espiral difícilmente justificable, donde la mayor tolerancia del ciudadano y del propio sistema de control de precios permite un más amplio juego en el umbral del mercado.

El asunto está en saber y controlar hasta qué punto se han de aumentar los precios en función del incremento del coste del producto en cuestión. O sea, qué nivel de repercusión tiene la subida del transporte, por ejemplo, en el coste final del producto y cómo repercute en el precio de venta para evitar pérdidas del comerciante.

Por otro lado, en el mercado libre existen argumentos perversos propios del neoliberalismo, que defiende la regulación automática de los precios en función de la oferta y la demanda, rechazando mecanismos reguladores sobre el excesivo beneficio, sobre todo en productos de imperiosa necesidad imposibles de soslayar, como son aquellos necesarios para la subsistencia humana. Véanse las pegas que, determinados colectivo sociales y políticos, ponen al impuesto sobre ese colosal beneficio de las empresas energéticas.

De todo ello se desprende mi sospecha de que se estén elevando desproporcionadamente los precios de determinados productos de primera necesidad. Por ejemplo, la sandía está por la nubes, hasta tal punto que ya no se puede deglutir sin más, sino que se ha de degustar y paladear para rentabilizar la inversión. Pero el caso más llamativo y rechazable es el de la energía con esa extraña e injusta forma de determinar el importe del MWh. en el mercado mayorista, que puede ser de diferentes fuentes energéticas, resultando el precio final como si se hubiera empleado la fuente de mayor coste, en este caso el gas, aunque las otras energías, solar, eólica o hidráulica, hayan sido de uso mayoritario en el proceso de producción. En el caso de España y Portugal, con la exención ibérica, hemos paliado algo el efecto, pero esto no hay quien lo pare.

¿Qué extraños intereses se mueven en este sistema de cálculo del precio del MWh? Los hay, supongo, económicos de la empresas energéticas, políticos, además del gravamen impositivo aplicado al consumo energético, aunque ya estemos en el 5% en lugar del 21% de hace unos meses, pero sobre todo la codicia de las multinacionales deshumanizadas cuyo fin es ganar y ganar dinero, caiga quien caiga. Mas, no olvidemos, en estas circunstancias, el uso de la energía como arma de guerra en manos de Rusia.

Por tanto, me parecería razonable que desde el gobierno y a través de los órganos controladores del mercado, como la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) se realizaran diligencias para evitar abusos irracionales en el incremento de los precios que nos llevan a la inflación.

Mi duda radica en si este organismo se creó para defender los intereses de las empresas y evitar la competencia desleal entre ellas o para garantizar al ciudadano que, estas mismas empresas, no cometerían abusos en los precios del mercado. Creo que en este mundo actual, en el nuevo orden económico mundial, está imperando lo primero y no lo segundo, y eso me preocupa.

 

Antonio Porras Cabrera

Comentarios
    No hay comentarios
Añadir comentario
- campo obligatorio (*)

Normas de uso
  • Esta es la opinión de los internautas, no de El Faro de Málaga
  • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.