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¿Custodia compartida?


            Cuando hay una separación en la relación sentimental de los progenitores de una familia, tienen que abordar la tesitura de continuar con la función de ser padres, ya que de esa función no hay una separación, sino que tienen la responsabilidad de continuar con los cuidados y preservar el bien de los menores hasta que estos puedan valerse por si mismos.

            La guarda y custodia hace referencia al régimen o formas que contempla el derecho de familia para continuar con la labor de la familia, que es cuidar de la especie hasta su emancipación.  Se centra en la convivencia habitual y diaria con los hijos.

Los tipos de custodia que hay son:

MONOPARENTAL: Uno sólo de los progenitores se encarga del cuidado diario de los hijos menores. Se le llama progenitor custodio y tiene derecho al uso de la vivienda familiar y a gestionar la pensión de alimentos que corresponda a los hijos. Esta debe ser abonada por el progenitor no custodio y éste tiene los siguientes derechos: derecho a la comunicación con los menores atendiendo a los hábitos del menor, derecho de visita , derecho de estancia (podrá estar con los menores varios días o semanas), derecho de información (de cualquier cuestión relevante por parte de las instituciones educativas y sanitarias). Aunque no posea la guardia y custodia sí posee la patria potestad, que es el conjunto de derechos, atribuciones y deberes que tienen los padres sobre los hijos no emancipados como por ejemplo la educación del hijo, el cambio de domicilio....

CUSTODIA COMPARTIDA : Consiste en la atribución a ambos progenitores de la custodia de los hijos menores e incapacitados en igualdad de derechos y deberes tras la separación o el divorcio.  Incluye tanto los gastos como los periodos de convivencia.

GUARDA Y CUSTODIA ATRIBUIDA A UN TERCERO: Se establece en base al interés del menor y generalmente se concede a los abuelos pero también a otros parientes cercanos.

GUARDA Y CUSTODIA PARTIDA : Implica la separación de los hermanos. Sólo puede ser determinada por un juez y con motivos justificados

            Cuando acontece una separación en el seno de las relaciones matrimoniales o de pareja, puede ocurrir que no haya un acuerdo a la hora de establecer el régimen para la convivencia y desarrollo de los hijos. Las funciones materna y paterna han de estar presentes y no siempre se vela por el interés de los menores, sino que en un proceso de separación y de divorcio en muchas ocasiones, tiene que venir un juez a determinar un orden, a establecer la ley en situaciones que deberían de solucionarse de manera civilizada. Esta situación habla del grado de conflicto en la relación, que es elevado y la incapacidad para el diálogo.

            Hay varias cuestiones a tener en cuenta. El hecho de separarse de la pareja debe llevarse al margen de la relación con los hijos. Vemos que existe, en muchas ocasiones, una perversión en lo familiar, donde los hijos se mezclan con los padres, escuchan conversaciones de los adultos que no están preparados, por su inmadurez psicológica, para abordar. Forman parte de discusiones, se les muestra esa “sexualidad” , donde casi  todo vale delante de los hijos y se les hace partícipes de situaciones que deben formar parte de la intimidad de los adultos. Meter a los niños en la cama, bañarse con ellos, discutir delante de ellos es  llevar a cabo situaciones que producen un impacto por la  inmadurez de su aparato psíquico. Hay formas de hacer que no pueden gestionar y que imprimen una marca en ellos que a la larga pueden aparecer dificultades. Los niños son una placa sensible.  No hay nada natural en el ser humano, todo se construye y en esa construcción es necesario que tengamos un criterio científico que tenga en cuenta sus etapas evolutivas.

Son el futuro, las generaciones próximas. ¿Por qué hay hijos que maltratan a sus padres? Son víctimas de una situación maleable, de una educación donde no hay papeles estructurados, todo vale, no se tienen en cuenta las etapas de la evolución afectivo sexual  y se establece mal trato, que pasa desde la sobreprotección,  a no darles el lugar adecuado, a realizar acciones donde padecen situaciones de violencia, no sólo física, sino verbal, de descuido, de no tener en cuenta que son personas en crecimiento y no son propiedad de nadie. No son mis hijos como una propiedad, sino una cadena humana que han de poder entrar en el mundo y ocupar lugares más allá de la familia, de mis proyecciones, de mis aspiraciones, mis frustraciones.

Es una cosa seria cuando una pareja que ha compartido parte de su vida y hayan decidido separarse tengan que llegar a establecer el auxilio de un juez para que pueda incluirse la ley, la función padre, que regule el caos, y marque en ellos un límite

¿Hay que separarse con el modelo del odio?  El poeta Miguel Oscar Menassa nos dice

"Amor y odio se parecen" amor y odio se parecen, gritaba el condenado y se abrazaba con ardor a sus propias palabras y amaba todo lo que no podía ser y caía, se dejaba caer sobre su cuerpo.

Las relaciones donde se mantiene el odio hay una fina línea con el amor, una dificultad por pasar página a la relación. Inconscientemente siguen unidos a la relación. Ahora no es el amor, sino el odio el que sostiene su relación en el tiempo,  que es la otra cara de la moneda.

Estamos en el siglo de la intolerancia, donde nadie aguanta a nadie ¿Es necesario hacer pasar a los hijos por el mal trago de tener que ver cómo no se es capaz de conversar, de llegar a un acuerdo?  Hablar es una asignatura pendiente. No es sólo pronunciar palabras, soltar todo lo que a uno se le ocurra, es escuchar, tener en cuenta al otro, poder llegar a acuerdos sin que el egoísmo sea una bandera que dirija los pasos. En la relación con los otros necesitamos llegar a acuerdos por el bien común. No es cuestión de quién tiene la razón, como en una competición, sino de ser flexibles y acercarse en posturas por el bien de los menores.

La ausencia de límites, la imposibilidad de pactar, de respetar al otro, de llegar a acuerdos, lleva a generar una situación donde es el juez el que tiene que poner un límite.  Aferrados al daño al otro “porque tú hiciste, porque tú, porque yo”,  se utilizan a los niños como moneda de cambio, no se les protege de las garras de la venganza y del rencor.

            En las acciones de todas las personas, lo que la dirigen, las generan, son la sobredeterminación económica, la sobreterminación inconsciente y la social. Cuando se intenta establecer un régimen de guarda y custodia se genera la articulación de estos parámetros.  Lo económico puede estar rigiendo cada una de las posturas: el reparto de los bienes se convierte a veces en un campo de batalla, donde el régimen de guarda y custodia va a ser un elemento más que se ponga en juego en lo económico.  Cuando la manutención, el reparto del hogar, se convierten en lo que pretende dirigir las decisiones, se olvidan de los menores y lo que es más conveniente para ellos. Una guarda y custodia siempre ha de estar dirigida por lo mejor para ellos, y esto va a tener que ver con ciertas variables, y vemos que en este proceso puede estar bañado por la neurosis de los padres. Las capacidades de cada uno de los progenitores han de estar dirigidas a proveer a los menores de los cuidados adecuados según sus necesidades afectivas y de sustento y mantenerlos al margen de sus conflictos . Esto va a ser primordial.

            Hay afectos reprimidos que pueden estar dirigiendo ciertas acciones y que tienen que ver con la hostilidad, los celos, la envidia, la venganza, el deseo hacia el otro ...que no son reconocidos por la persona, están enquistados, pero dirigiendo su postura frente a cada situación. 

            En la familia nace el niño y ahí es donde va a comenzar su proceso de humanización. Función madre, padre,  son funciones que han de estar de forma adecuada en el psiquismo de todas las personas. Si se habla mal del otro, no se le da su lugar, psíquicamente hay un vacío en esa función y se puede llegar a generar un conflicto interno. Han de sumar, no restar, y ponerles en esa tesitura en llenarlos de culpabilidad y de situaciones de riesgo para su salud.   Se necesitan de otras personas, de la función madre, función padre, de una estructura adecuada familiar para sobrevivir y aprender a vivir. Las primeras personas que nos acompañan en la vida son aquellas que más nos impactan, aquellas que son objeto de amor y también de sentimientos hostiles, de dependencia y rebeldía que van a impregnarse en nuestra vida psíquica. 

No hay recetas, términos generales que se inclinen acerca de qué es lo mejor, si custodia compartida o custodia monoparental, va a depender de la complejidad de cada caso. Debemos velar que las funciones puedan desarrollarse de manera adecuada y no haya interferencias en  las mismas, independientemente del género de los progenitores. Aboguemos al cuidado de la salud mental, para poder abordar situaciones y funciones en la vida donde dependemos los unos de los otros y donde todos tenemos una responsabilidad.  El psicoanálisis es esencial en estos procesos de maduración psicológica y construcción de funciones tan importantes para  nuestro encuentro con los otros.

 

 

 

Laura López Psicoanalista Grupo Cero

y psicóloga colegiada          

wwww.lauralopezgarcia.com

 

 

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