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Todo mal es maravilloso para alguien


Cualquier mal que existe o que pueda existir siempre hace feliz a alguien y, por lo tanto, eso precisamente va a garantizar que permanezca con más o menos intensidad o dominio en nuestra sociedad (siendo esto proporcional a la cantidad de ayudas que haya tenido el equilibrio de la racionalidad por todos).

Por ejemplo, robar hace feliz a muchos porque es un medio por el cual tienen muchas “propiedades de otros” sin que tengan que usar ellos los esfuerzos que tuvieron esos otros. También, el placer sexual con niños es algo que no lo pueden evitar nunca los pederastas y siempre van a ir a buscarlo a la menor oportunidad que tengan. En fin, todos los males que existen (abusos de poder, mentir, aprovecharse de debilidades, manipular, cinismo, etc) hacen y harán felices a seres humanos, a unos o a otros, que realmente existen en este mundo.

Pero, a propósito, lo que siempre ocurre en la realización de esas felicidades a través del mal es que se silencia todo lo posible al que da razón o al que da equilibrio-consciencia solo por medio de la razón. Sí, es como si “todo eso que pone al descubierto a un mal” o “todo lo que lo frena” es ya el auténtico o real enemigo a batir por ése mismísimo mal. Por eso, el que es racional (sin venderse nunca a lo irracional), es solo el que está sutilmente perseguido, apaleado, acosado “por perversa violencia instrumental” y silenciado (con cualquier tortura posible) mientras viva. ¡Ésa es la realidad!

En el fondo, para que sirva de reflexión, la totalidad de los mecanismos de la civilización humana solo han conseguido una felicidad (de esas que se han ido recurrentemente demandando) a través de un mal o de un daño (objetivo) a la Naturaleza. De hecho, cualquier comodidad (del quehacer, ocio o del trabajo humano) está fundada en una extinción o sobreexplotación o contaminación de los medios naturales. Sí, así es, aunque los seres humanos sean tan soberbios y, además, nunca reconozcan (ni reconocerán) irresponsablemente nada.

Sinceramente, la primera dificultad que he tenido durante toda mi vida es que al fin cualquier ser humano reconozca racionalmente algo (al margen de ése reconocer oficial, borreguista o seudo-reconocer); pero... ¡imposible!, ni aunque sea científico va a ser equilibradamente un reconocedor de algo, por seguro, es como si él estuviese obedeciendo (o exhibiéndose al mundo en un reprimir siempre su propia conciencia) solo a un papel social, claro, en el cual la sinrazón de fondo (hipocresía) dominase.

¡Ah!, craso error, cuando no existe una capacidad de reconocer lo que existe, lo primero que pasa después es que ya toda información es seudoinformación, o resultado implacable de mentiras, o mentiras muy bien elaboradas “de un intermediar verdades irracionalmente”. Sí; el caso es que, tal elaboración de verdades en sinrazón tan adictiva (que da felicidad), termina irremediablemente por hacerse ya un hábito social o un referente necio para la sociedad, algo que producirá más antropocentrismo encegado o “sin remedio”.

En fin, en fin…, eso es lo que hay pese a lo que pese, pero el que esté algo equilibrado debe aguantar tanta infinita maldad “oficializada” y resistir como sea, ¡como sea!,  porque es su deber ético, no más. Y que no es poco.

 

José Repiso Moyano

 

 

 

 

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