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¿Verismo?


Acababa de comprar un cucurucho de helado de vainilla con chocolate. Escuchó una prolongada pitada y antes de llevarse a la boca la apetitosa bola que sobresalía del cono de galleta, ya estaba ella zamarreándolo como si se tratara de la presa que un lobo tuviese atrapada entre los dientes.

—El médico te ha prohibido que comas helado. No me seas inconsciente del peligro que supone que ingieras azúcar.

El helado había caído sobre los ladrillos de la acera y el hombre sufría estoicamente el zarandeo y la pérdida de su golosina.

—De todas formas me voy a morir pronto. ¿No puedo permitirme un capricho?

—No tienes derecho a precipitar tu muerte comiendo lo que los médicos te tienen prohibido.

La mujer había dejado de violentarlo, salvo en el hecho de tomarlo del brazo y tratar de apartarlo del lugar en el que se apilaban los curiosos.

—Señora, señora, no es plan de tratar así al pobre hombre.

—Lo trato como me sale de las entrañas. No es cosa vuestra. No quiero que se me muera de un ataque de hiperglucemia...

—¿Y tenía que zamarrearlo de esa manera?

—No me quiere hacer caso y el médico le ha prohibido los helados, los pasteles... ¡Y qué tiene que importaros a vosotros? ¡Largo, largo!

Apresuró el paso tirando de la manga del marido hasta que se alejó del grupo de los inesperados espectadores.

—No vuelvas a hacerlo, no vuelvas a poner en peligro tu vida.

—Santa mujer, no te preocupes: tengo hecho un seguro de vida en tu favor.

 

 

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