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La buena noticia. “Memoria histórica”


     Dicen que la historia la escriben los ganadores. Yo añadiría que posteriormente, cuando pueden, la reescriben los perdedores. Estimo que ambas partes carecen de una visión objetiva. Sus protagonistas viven obcecados por un subjetivismo extremo y sus descendientes enturbian su conocimiento con las deformaciones transmitidas desde una visión parcial e interesada.

    Por consiguiente creo que debemos intentar buscar los términos medios y, a ser posible, asépticos e imparciales. Condiciones muy difíciles y dependientes en la mayoría de las ocasiones del paso del tiempo.

    Hay un método bastante eficaz que consiste en echar mano de recuerdo y la mera exposición oral del mismo en el ambiente y con el auditorio adecuados. Una reunión de personas con buena memoria, una vida pasada plena e intensa y una excelente capacidad para recordarla y exponerla, nos permite reconstruir el pasado de una forma bastante fidedigna.

     Todo este rollo que les acabo de largar a modo de preámbulo, me sirve como leit motiv de mi buena noticia de hoy. En ocasiones anteriores me he referido en alguno de mis artículos a la tertulia-almuerzo que venimos celebrando cada primer viernes de mes una decena de “jóvenes”. No somos amigos desde ayer o anteayer. Venimos manteniendo una estrecha amistad desde 1955. ¡¡Sesenta y siete años!! Unas vidas llenas de luces y de sombras, de victorias y de fracasos, de bodas y divorcios, bautizos, comuniones, nacimientos y decesos, hijos y nietos. Diez setentones de clase media, edad que nos ha permitido conocer nuestro pequeño y gran mundo desde la convivencia y perspectiva de las condiciones más modestas, hasta las familias más encumbradas de nuestra querida Málaga.

      La buena noticia se produce cuando, tras el consumo adecuado –incluso excesivo- de los manjares que nos permite nuestro estomago, tiramos de memoria y comenzamos a rememorar nuestros recuerdos. Salen a relucir todas las etapas de nuestras vidas; las diversas circunstancias políticas, económicas, laborales y familiares por las que hemos pasado; nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro; la Málaga que hemos conocido y hemos disfrutado; etc.

      Todo un compendio de recuerdos. Una memoria viva de tres cuartos de siglo compartidos en paz y amistad. Un legado en forma de conocimientos del que, yo al menos, intento dejar trazos a lo largo de estos modestos artículos en los que voy desgranado pedazos de mi vida y la de los que me rodean.

     La historia no tiene por que ser agresiva ni acusatoria. No tiene que ser un guion maniqueo de buenos y malos. No tiene que ser destructiva, sino complementaria o suplementaria. Debe ser el relato de unas vidas plenas y fructíferas; de una lucha para, mientras se deja la piel, procurar un mundo más feliz para nuestros descendientes y las dificultades que trae consigo. Debe ser la transcripción de unos hechos de forma en que se sea fiel a la realidad.

      Espero que nunca nos falte un grupo de “abuelos cebolletas”  como es el que pertenezco y en el que participo. Son un mero ejemplo de la transmisión oral de la que han hecho gala los seres humanos desde el principio de los tiempos. Me permito terminar con un consejo nacido de mi provecta edad. Aprendan a escuchar. Escuchando se aprende más kwee hablando. Lo que tú cuentas… ya lo conoces. Y, sobre todo, apaga el móvil y participa en las conversaciones. Con respeto. Pero aportando tu opinión. No el argumentarlo que te dan hecho. Que siempre es partidista. Escribe la historia con tu palabra.

 

 

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