Hoy tenía tareas previstas que realizar; así que desperté antes de lo acostumbrado para adecentarme sin prisa alguna.
Una luz anaranjada entraba por las ventanas; era una visión dantesca y extraña al tiempo que hermosa; desde un cielo gris plomizo descendían unos haces de luces color naranja que proporcionaban una visión dantesca en el gris asfalto de la calle, pues el gris había desaparecido y en su lugar una alfombra rosa se adueñaba de la calle.
Ya acicalado marché, en compañía de mi hija ¡ay! para visitar al dentista, el cual me extrajo, tras darnos los buenos días, las últimas cuatro piezas del maxilar inferior y con ellas, como siempre, extirpando esas jodidas raíces que se quedan bailando en el lugar que no les corresponde. Bueno, ya pasó el mal trago.
Así que me arrojé -nunca mejor expresado- en el sillón de los lamentos y que tanto sirve para llorar una derrota “palangana” o contemplar una película en condiciones; cualquier cosa menos lo que me tragué ayer noche: la entrevista que Pedro Sánchez le hizo a Antonio García Ferreras en La Moncloa, sede ociosa de “La Sexta”.
Estuvieron bien los dos y trabajaron con naturalidad, o sea, se ganaron el sueldo por una parte y algún voto, quiero creer, por el otro.
Estuvieron duros hablando de la guerra/invasión de Rusia en Ucrania. Uno se pone a pensar a qué vino ese remangarse las mangas de las chaquetas para comentar los horrores de la guerra, y no llega a ninguna conclusión que me saque del asombro del par de malos trabajadores intentando hacernos ver que la “cosa” está jodida.
Es mucho lo que se deben entre ellos, pero elegir ese día y hora para “disparar” que en los próximos Presupuestos Generales de Estado se aumentará el gasto en armamento y con ello ir preparando a los socios de Gobierno es tener demasiada jeta.
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