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Nazinismo: “Mira lo que me has obligado a hacer”


De este ejercicio acronímico resulta un neologismo donde encaja perfectamente la ideología nazi con su componente de puro cinismo: “Nazinismo”. Me surge la reflexión a raíz de varias situaciones que afloran a mi mente y que vienen a mostrar cómo un sujeto cínico y supremacista es capaz de invertir el orden de la prueba para hacer responsable a la propia víctima de la decisión del verdugo. Estaríamos ante el “mira lo que me has obligado a hacer” que le dice el victimario a la víctima, descargando en ella la culpa de su infamia.

En mi infancia, transcurrida a principios de la segunda mitad del pasado siglo, o sea en tiempos del viejo régimen, existía una asignatura llamada Formación del Espíritu Nacional. Como su propio nombre indica, era un adoctrinamiento político-religioso propio del nacionalcatolicismo imperante en aquellos tiempos. Se trataba, pues, de conseguir troquelar en el niño los principios y valores del llamado Movimiento Nacional, muy en consonancia con la ideología del fascismo italiano. En una de sus peroratas docentes, el profesor defendía que la libertad siempre existe, que la decisión final siempre la tiene el ser humano. Nos ponía un ejemplo preclaro: Si yo le pongo una pistola en la sien a un sujeto y le digo “o haces esto o disparo” él siempre tendrá la libertad de elegir, o sea la última palabra, pues puede hacerlo o morir de mi disparo. En ese caso él será el responsable de su muerte…

Yo, en mi inocencia, no concebía la contradicción que me estaba planteando, no comprendía aquella situación hipotética. Pero, entendiendo que el poder de la pistola era determinante, podía ubicar en la voluntad de la víctima la culpa del desenlace. Sin embargo eso de la libertad ante la amenaza no encajaba en mi infantil pensamiento. En el fondo, lo que sustenta su argumento es el poder de la pistola, el derecho que le otorga su superior fuerza y dominio de la situación. En todo caso, la víctima está sometida a la coacción y, la coacción es enemiga de la libertad, pues la anula.

Otro caso que me dejó impresionado, se da en la película “La decisión de Sophie”. No sé si el lector recordará, si es que la ha visto, cuando Sophie le revela a Stingo su paso por Auschwitz y cómo, al llegar, se vio obligada a elegir cuál de sus dos hijos sería gaseado y cuál iría al campo de trabajo. Para evitar que mataran a ambos hijos, eligió que su hijo mayor, Jan, fuera enviado al campo de niños, y que su hija pequeña, Eva, fuera enviada a la muerte. A mí me pareció una escena terrible y me creó una tremenda angustia vital.

El verdugo, no solo se siente con el poder de decidir sobre la vida y muerte ajena, sino que, en un acto de espantoso cinismo, dando por sentado que el dominio de la situación era absolutamente suya, le concede a la madre el beneplácito de salvar la vida de uno de sus hijos, pero solo uno, de lo contrario morirían los dos, lo que entraña que a la vez, su decisión, lleva implícito un acto de condena y otro de gracia. Esa tesitura es el más sublime de los suplicios, la escenificación de una tortura mental que le acompañará toda su vida, pues la culpa del crimen acaba asentándose en la mente de la madre, salvo que ella racionalice la situación. Mas ¿cómo es posible que prevalezca la bondad de salvar la vida de su hijo a la maldad de la condena a muerte de su hija, con su decisión?

La perversión del nazi, se magnifica en su cínico acto. Consigue el máximo sufrimiento y confusión en sus víctimas: la niña gaseada se siente rechazada por su madre, que eligió salvar a su hermano, el niño confundido en su ambivalencia emocional, la madre marcada de por vida por tan trágica decisión y el nazi, en su maldad, elevado a la mayor consecución de su objetivo, que pretende causar el magno dolor a la mujer judía haciéndola sentir culpable de la muerte de su hija.

Algo parecido está ocurriendo en Ucrania en estos días. Putin lanza su ejército contra ellos, pero él solo pretendía derrocar al presidente Zelenski, entendiendo que está en su derecho para intervenir en Ucrania por razones concluyentes para él, pues Ucrania no existe como tal, dado que debe ser una parte de Rusia, directa o indirectamente.

Zelenski, que actúa como un patriota defendiendo su país contra el invasor, dando un ejemplo de heroicidad, acabará, presumiblemente, sucumbiendo ante la supremacía militar rusa. Cuando su país caiga en manos del usurpador, al valorar el sufrimiento de la población, el coste en vidas humanas y la destrucción causada por los rusos, acabarán diciéndole aquello de: “Mira lo que me has obligado a hacer”, en un acto de puro “nazinismo”. Zelenski pasará de héroe a villano, porque venderán la idea de que es el culpable de todo por no negociar su sumisión a Rusia, obligando al ejército ruso a actuar así por mor de su terquedad y resistencia militar. Es lo que ocurre cuando el poderoso no respeta los derechos y libertades de los más débiles; o sea, una constante en la historia de la humanidad, pues todos estamos sometidos, en mayor o menor medida, a ese asimétrico equilibrio de fuerzas.

Vienen malos tiempos para la lírica, como decía la canción de Golpes Bajos.

 

Antonio Porras Cabrera

 

 

 

 

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