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La trascendente crisis del Partido Popular


La crisis del Partido Popular afecta a toda España. Es una crisis trascendente en tanto el PP conforma uno de los dos partidos sobre los que se ha balanceado la gobernanza del país. Este tiene una sólida implantación a nivel nacional y conforma uno de los pilares donde se soporta el equilibrio democrático, dado que ejerce la representación de una gran parte de la población.

Es cierto que, tal como sostengo en mi libro “Reflejos de pensamiento político” publicado en Amazon, en el PP confluyen diferentes sensibilidades políticas, desde los herederos del franquismo, a la derecha democrática, pasando por demócratas cristianos, conservadores, liberales y algún que otro verso suelto. En los últimos tiempos, los primeros, los más afines a las concepciones de la ideología franquistas, se han decantado por otra formación política con la creación de VOX, lo que ha significado una sangría de votos por el flujo de voluntades hacia la nueva oferta electoral. En esa conjunción es complicado sostener el equilibrio y, tal vez sea el ejercicio del poder la argamasa más eficiente para mantenerlo.  Hemos visto, muy a menudo, que cuando un partido no toca poder, afloran los conflictos internos y se resquebraja la estructura del edifico, pasando del debate sosegado a la confrontación de los egos aspirantes a ejercer el liderato.

No dejaré de referirme a otro fenómenos de masas muy importante surgido en los últimos años, como es el populismo, en especial al “trumpismo”, que se sustenta en la sensibilidad emocional; o sea, en la provocación de emociones de carácter egoísta e insolidario, dejando como marca propia la expresión America First de Trump, o “primero nosotros”. Aquí se genera una interrogante para saber a qué se refieren con el término “nosotros”. Podrían aludir a un país, a una raza, a una clase, a un partido o grupo… es decir, que en esa ambigüedad, si colocamos a todos los demás al otro lado del “nosotros”, quedará, solamente, nuestra propia idea como identificadora de ese “nosotros”, lo que nos llevaría a una concepción enmarcada en la ideología fascista, donde “nosotros” es el eje sobre el que gira la política en desarrollo; o sea, la idea única y dogmática que excluye a todas las demás, que no sean afines a ella.

Pero, además, se han introducido, en el ejercicio de la política y la creación de la opinión pública, otras variables peligrosas o instrumentos de engaño y manipulación, basados en el concepto de crédito y descrédito, desde técnicas de marketing. A su amparo aflora el concepto de posverdad, la creación y difusión de falsas noticias, las llamadas internacionalmente «fake news», a las que recurren los manipuladores y creadores de bulos, tan de moda en estos tiempos, donde las redes sociales ofrecen un campo informativo arbitrario que lo inunda todo, sin ética, rompiendo los valores de la responsabilidad en el ejercicio de la libertad de expresión, con tal de desacreditar al contrario, jugando con las emociones del ciudadano hasta convertirlo en hooligan. En este sentido me sorprendió el bochornoso e histriónico escrache al que sometieron a Casado en la propia sede del PP de calle Génova, acto no condenado por Ayuso, sino entendido como un cultivo de su propio ego.

El Partido Popular, tras la marcha obligada de Rajoy por la moción de censura a caballo de la corrupción, entró en crisis. Se vio claramente en el Congreso de donde salió elegido Casado como presidente, tras los “navajazos” (en sentido metafórico, claro está) entre las dos contrincantes crecidas al amparo del aparato y del propio Gobierno, Cospedal y Santamaría. Tal combate y desencuentro reforzó, o aupó, a Casado como savia nueva forjada y formada en las juventudes del PP, que vienen a representar esa granja intensiva donde se cría el animal político de cada partido, donde se adoctrina al futuro gobernante desde la perspectiva partidista, pero no desde la visión de estadista que requiere el buen gobierno de un Estado democrático. Por lo que he comentado antes de la argamasa, la pérdida del poder significa una menor cohesión intrapartido y una oportunidad para entablar la lucha de aspirantes para acceder al mismo cuando haya lugar; o sea, cuando se dé la ocasión de unas nuevas elecciones.    

En estas circunstancias que concurren, de conflicto y desencuentro en el PP, no son pocos los interrogantes que se plantean. No es exactamente una situación igual a la que se dio en el PSOE, cuando los “susanistas” asaltaron el poder dejando marginado a Sánchez, aunque se le puedan buscar similitudes en la comparable magnitud del desencuentro. 

En este caso, bajo mi modesto entender, el conflicto viene dado por dos desajustes significativos: uno es el salto generacional desde la cúpula anterior, adulta y madura, hacia una generación recién salida de sus juventudes, criadas en la granja intensiva, sin madurar democráticamente y con excesivas ansias de alcanzar el poder a pesar de sus ignorancia y falta de pericia y formación estadista. La otra es las tendencias y estrategias políticas, que se han abierto camino en todo el mundo a caballo del “trumpismo” y el populismo, que arrastran, emocionalmente, al poco reflexivo.

El dilema que ahora se presenta para el PP y, por ende, para todo el país, es la salida o resolución del conflicto. Ya se le ha ido el ala derecha a VOX. Ahora andaba deglutiendo el ala izquierda, digiriendo a Ciudadanos con cuestionables prácticas. La pregunta sería si acabarán disociándose las diferentes sensibilidades políticas ya mencionadas anteriormente, dando al traste con la esencia singular del partido, donde conviven en equilibrio diferentes elementos diluidos, que precipitarían sin el ejercicio del poder que hace de atracción.

Mucho nos queda por ver, pero sobre todo, por comprender y entender, cuáles son los verdaderos motivos que llevan a un partido a ejercer la gobernanza y, sobre todo, quién mueve los hilos tras bastidores. Solo nos queda esperar, porque hay otra materia que puede estallar, se trata de la sospechosa corrupción de Ayuso en favor de su familia, que ha denunciado Casado, y que ya puso en marcha la maquinaria judicial, aunque ahora pretendan esconderla. Tal vez caigan los dos por diferentes motivos…

 

Antonio Porras Cabrera

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