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Saber buenizarse


El saber buenizarse es imprescindible para llevarse uno (en este mundo) todo por delante a costa de su ego (ansioso por ser héroe, sensiblete y rico) o a costa de sus caprichos; el saber buenizarse, sí, es la esencia de cualquier triunfo social, de la consolidación de cualquier imagen, marca, buenas formas (pero inevitablemente falsas) o espantapájaro que desea cualquiera desde su lindo subconsciente más manipulado que la democracia que nos vende Vox.

Saber buenizarse uno es ya una parte inolvidable del procedimiento que han inculcado sin cesar los poderes fácticos o los moldes burgueses o los esquemas sabiondos de los que dieron y dan por seguro el tener unos privilegios en la sociedad, o sea, saber buenizarse es casi ya no opcional: se hace por mandato de la actual cultura invidente de alguna razón y machista-clasista a su vez en todas las acciones autoengañadas que hace cualquier ser humano bajo supervisión siempre del “mercado imperante”.

Saber buenizarse es justificar una frívola valoración o incluso una arrodillante valoración (a lo que con mierda manda) o incluso una estúpida-ignorante valoración con mucho espectáculo o con mucho salir en los medios de comunicación (en falsedades) o con mucho aprovecharse de coger premios que dan los mismos “nazis” que demasiado especulan o chupan la sangre de la indefensa luz en todo lo que va pasando.

Saber buenizarse es “lameculear” tanto como sea necesario para que al fin la sociedad piense o cague (que es ya casi lo mismo) que alguien es bueno, sí, “casi por pillejo decreto” o por estética malnacida, y solo porque conserva ya tantas y tantas servidumbres a los que mueven (u oprimen) la sociedad que... ¡se lo merece!

Saber buenizarse es todo un astuto-inmoral arte: es conseguir que todo piense que eres bueno tras los miles de beneficios que tú das cada día a las sinrazones. Mejor lo explico: es conseguir que hasta los ángeles piensen que eres bueno utilizando solo cobardías o sinrazones o traiciones a tu responsabilidad social cada instante. ¡Eso es!, esta explicación última que he dado es equilibradamente correcta o imbatible con el uso que otro haga de la racionalidad.

Saber uno buenizarse es también saber uno victimizarse, ¡evidente!, o sea, el dar alguien la sensación a la sociedad de que está recibiendo una injusticia; pero, en realidad, tal injusticia que recibe no es “racionalmente injusticia” o ya la reciben todos (a través de sus mismas miserables complicidades con otras injusticias que causan ésa precisamente) o él ya forma parte de tal injusticia, que es su propia injusticia.

El saber que uno es victimista es fácil de comprobarlo: porque alguien se siente infundadamente víctima, y no de irresponsabilidades sociales, sino de sus propias irresponsabilidades-caprichos-ventajismos molestados. ¡Exacto!, el victimista nunca advierte que está todos los días beneficiando a irracionalidades, a inmorales privilegios o a usurpaciones de espacios sociales que no le corresponden nunca a él (éticamente), sino advierte que le pica un poquito el culo por una mierda que cree que la han puesto los demás o todos cuando, en realidad, la ha puesto objetivamente él mismo (con su manicomio victimista).

 

 

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