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¿No sería mejor para Rusia integrarse en la OTAN?


Deberíamos aprender de la historia. Parece que volvemos a los años treinta del pasado siglo. Ayer fue Hitler, hoy es Putin, quien, en un mimetismo evidente, actúa siguiendo las andanzas de su maestro: En el siglo XX los Sudetes, Checoslovaquia, Polonia… y II Guerra Mundial. Siglo XXI Osetia del Sur y Abjasia en Georgia, Crimea y ahora Donetsk y Luhansk en Ucrania… y amenaza a Finlandia y Suecia… y ¿III Guerra mundial? La de ahora sería una catástrofe universal, la de ayer, a pesar de los millones de muertos y el sufrimiento generado, parece que quedó minimizada en el olvido para poder repetirla.

Ambos actúan como líderes psicópatas carentes de empatía y megalómanos, con el ansia de pasar a la historia como grandes forjadores de imperios sin importar el precio, la ruina, la sangre y la muerte que se siembre. Pero no son las mismas circunstancias. Las armas son muchos más letales, su capacidad destructiva es infinitamente mayor ahora y no habrá vencedores, todos serán vencidos, salvo aquellos que no entren en guerra… pero esa actitud se la reservamos a China que verá los toros desde la barrera, pues ya se frota las manos, mientras se las lava, con su abstención, en la ONU, ante la condena de la invasión de Ucrania. En todo caso, solo aparecerá para dar la puntilla y apuntarse el tanto.

China se mantiene esperando que sus adversarios, en el dominio del mundo, se despedacen entre ellos para cobrar la pieza, para tomar el predominio, que ya otea en el horizonte a mediados de siglo, pero que ahora se puede adelantar. Hay un proverbio chino muy elocuente: “Siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo”. La guerra será su negocio más rentable. Venderá armas y todo producto que se le demande, para eso ya tiene recorrido un buen camino en el dominio del mercado. Crecerá su PIB mientras el de sus contrincantes caerá por los suelos. La suerte está echada tras el empujón del COVID a su economía. Indudablemente, China será el próximo “hegemón”.

Putin, en su obsesión megalómana, no ve más allá y no percibe que su enemigo futuro será China, cuya pretensión es anexionarse o dominar los recursos naturales que guarda su vecina Siberia, lejos de Moscú y tan cerca de Pekin. Son más de 1400 millones de seres humanos, de consumidores chinos, que requieren materia prima, esa que guarda Siberia y que irá aflorando, y mostrando su rentabilidad, conforme el cambio climático la haga más habitable. El progreso chino es un monstruo devorador de recursos.

Pero Putin, en su perversa inocencia (permítaseme el oxímoron), no ve más allá de sus inmediatos ojos, o ha quedado atrapado por el doble vínculo de la euroasiática Rusia, sin saber hacia dónde orientar su alianza. Si se alía con China lo devorará a largo plazo, lo utilizará ahora como potencia militar para confrontar con la OTAN y le someterá su economía cuando China salga vencedora del conflicto. Ella indemne y los demás semiderruidos, con inmensas deudas con la industria china.

Putin se equivoca. Si acaso, debería incorporase a la OTAN, reorientando su objetivo para neutralizar a China. Rusia no es la que era, el comunismo y la URSS desaparecieron y ya no existe riesgo de confrontación, o posible casus belli, entre OTAN y Pacto de Varsovia. El problema es que Putin no entiende la política desde la democracia y el consenso, sino desde el populismo totalitario del culto a la personalidad, y sueña con implantar el imperialismo, ejerciendo de Zar de todas las Rusias, mediante un presidencialismo bien tolerado en Eurasia. La cultura rusa está mediatizada por la sumisión del pueblo. La revolución de Octubre sirvió para cambiar de Zar y él pretende seguir ejerciendo como tal. La sumisión eleva el ego del “sometedor” y ese cultivo le enardece y sublima. Su reciente intervención en Kazajistán también le envalentona.

Pero el negocio de Rusia está en abrir mercados con Europa, en crecer con ella y su tecnología, en subirse al caballo de su desarrollo y comerciar con los inmensos recursos que guarda su vasto territorio. Aquí podría tener su lugar equilibrado. Con China acabará siendo devorada, en un futuro no muy lejano, en la contienda por conseguir los recursos siberianos y caucásicos.

Viene un cambio de ciclo, una nueva etapa donde el orden mundial anda en crisis y, de esta crisis, saldrán nuevas formas y estructuras en el desarrollo de las relaciones internacionales, otro equilibrio de poder, ignoto de momento, que dependerá de la inteligencia para estructurarlo. No diré que solo nos queda rezar, sino esperar que nuestros gobernantes estén a la altura de las circunstancias, cosa a demostrar. Como decían en la mili: “El valor se le supone”, después ya veremos cómo se baten…

 

Antonio Porras Cabrera

 

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