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El segmento de plata. La brecha digital


      “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, decía la letra de aquella zarzuela “la Verbena de la Paloma”, allá por el año 1894. Ya ha llovido desde entonces. A los coetáneos de finales del siglo XIX les asustaba la presencia de los “grandes descubrimientos de la época”. Posteriormente llegaron la electricidad en los hogares, los automóviles, el cine, la radio, los teléfonos, etc., etc.

       Aquellas “novedades” se iban incorporando a la vida diaria de forma paulatina, empezando por las clases dirigentes o más pudientes y, finalmente llegando (o no) al común de los mortales.

        Lo del último tercio del siglo XX y los primeros años del presente ya ha sido el acabose. La proliferación de inventos adaptados a la vida diaria ha sido una catarata de novedades y de quebraderos de cabeza para los mayores de esta generación que vemos asombrados como se suceden las incorporaciones de modas y “cacharros” que complican nuestras relaciones.

       Quizás la más destacada de las dificultades con que nos encontramos a diario es la “brecha digital”. Aquella suficiencia que nos confería el control de “las cuatro reglas”, un conocimiento suficiente de la ortografía y caligrafía castellanas y un lenguaje oral claro, se ha visto superada por la necesidad de contar con nuevos apéndices vitales tales como el teléfono móvil, la tableta electrónica, el ordenador o el acceso a Internet. ¡Hasta las tradicionales visitas periódicas al médico nos las hacen por videoconferencia!

        Se ha perdido el contacto personal que nos transmite un mínimo de confianza. Las cotidianas consultas que se han de realizar con la administración, los proveedores, los seguros (y que decir de las entidades bancarias) se han de hacer con una máquina o una voz grabada a la que apenas entendemos.

         Todo esto provoca una especie de exclusión social que agrava la situación de los mayores ya de por sí deteriorada por los años de pandemia. La realidad es que se ha creado una “barrera digital” que limita la posibilidad de ejercer sus necesidades y derechos a este segmento que se ha criado y vivido lejos del ordenador.

          Otro tema a considerar es la invasión lingüística del idioma inglés. Todos los neologismos que se incorporan al lenguaje cotidiano tienen su base en el idioma de Shakespeare. Aquellos que hablan o escriben en los medios de comunicación no se privan de casi presumir de denominar todo lo denominable en inglés. Si no sabes decir, ni saber que significa, “feedback”, eres un inculto. Si desconoces que “weekend” es “finde” (fin de semana), eres una especie de analfabeto. Etc., etc.

         Recibo una comunicación de Cruz Roja en la que me indica que 4.350 mayores andaluces han podido superar la “brecha digital” en Andalucía. Un grupo de voluntarios, auspiciados por Cruz Roja han posibilitado el uso de las redes por estos mayores pertenecientes a un colectivo que en su 45 % no dispone de teléfono, ordenador o tableta electrónica.

        Así que, queridos amigos mayores (o quienes les acompañan), espabilaros (o espabilarles) y volver a la escuela digital. Nunca es tarde para aprender. Y además, se abre un nuevo mundo ante vuestros ojos. Y no digáis que sois (o estáis) mayores. Al final engancha. Se puede.

 

 

 

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