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Juan Carlos I


La vida de una persona es un continuo desde que nace hasta que muere. Cuando esto ocurre el finado entra en la historia con minúscula y vive en el recuerdo de sus deudos, un cierto tiempo, hasta que cae en el olvido y se recuerda muy esporádicamente. O bien en la Historia con mayúscula si su actuación es lo suficientemente significativa para que los historiadores lo reconozcan e incluyan en sus referencias. Unos aparecen en múltiples páginas otros, con citas escasas.

Juan Carlos I, Rey de España entre Noviembre de 1975 y Junio de 2014, ha entrado en la Historia, (con mayúscula) de España. Su continuo se inicia en Roma donde nació. Y pasados algunos años después de abdicar vive, como en destierro, en Dubai.

Con diez años, pisa por primera vez España después del acuerdo entre D. Juan, su padre, y Franco, para iniciar su formación. El Bachillerato, primero, las tres academias: Infantería, Aire y Naval, después. Como guardiamarina, navega en el Juan Sebastián Elcano, alrededor del mundo.

Completa su formación en la Universidad de Madrid donde cursó estudios de Derecho, Economía y Hacienda. Según quiero recordar complementó su amplia  formación  acudiendo a los centros neurálgicos del Estado donde se va empapando de sus circunstancias administrativas y ejecutivas.

Ya casado con Dª Sofía  viaja por todo el mundo siendo recibido por los primeros mandatarios de las naciones más significativas del planeta.

En 1969 Franco lo nombra heredero a título de Rey como Príncipe de España y no de Asturias como correspondía al heredero de la Corona. Se pretendió instaurar, sin éxito, una nueva monarquía, la que podría llamarse Monarquía del Movimiento, cuyos Principios Fundamentales, para adquirir tal título, ha de jurar. Sus recelos, para tal juramento, los elimina D. Torcuato Fernández Miranda, uno de sus profesores, diciéndole que una ley se modifica con otra ley. Ese acto fue criticado por tirios y troyanos, sin consistencia jurídica que  sí le dio la sabiduría de D. Torcuato.

Los príncipes viajan por toda España para un contacto personal con el pueblo del que en un futuro será su Rey.

En el verano de 1974, por la enfermedad de Franco asume provisionalmente, durante unos pocos días, la Jefatura del Estado que Franco retoma una vez resuelta su flebitis.

En esos días recuerdo que paseaba con mi mujer por calle Tomás Heredia y ante la incertidumbre política por la enfermedad de Franco le decía: “Si hoy nos llamaran a votar quien fuera el sucesor de Franco, votaría sin dudar a Juan Carlos, hombre joven, preparado desde muy niño para esa misión por personas de alto relieve intelectual, con un espectro amplísimo tanto en lo civil como militar, que le capacita para afrontar la tarea de conducir a España con una visión moderna y actual de su Historia y futuro”. Y no me equivoqué.

Al  año siguiente se cumplen las previsiones sucesorias y el 22 de Noviembre de 1975, dos después de la muerte de Franco jura ante las Cortes como Rey de España quien con temple y paciencia, pilota la Transición que transforma un régimen autoritario en otro democrático para lo cual renuncia a los poderes recibidos al ser nombrado Rey.

Según dicen, en los últimos tiempos de su reinado ha cometido algunos pecados alentado y ayudado, quizá, por “amistades peligrosas”. Su impecable historia desde que llega a España hasta la primera distracción, es suficiente garantía para que, en base a su palabra: “no volveré a hacerlo” España lo absuelva, regrese de Dubai y pase los últimos años de su vida, que espero sean muchos y que yo lo vea, en cualquier sitio de la nación que tanto le debe.

Dilatar ese momento sería una ruindad.    

 

 

 

 

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