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La buena noticia. La familia (otra vez)


           Es bastante conocido el dicho bíblico que dictamina: “De lo que rebosa el corazón, habla la boca”. “Lc 6.39”. Por consiguiente me veo obligado a emitir mi opinión sobre este tema, tan denostado últimamente por todos los que se consideran propietarios de la verdad,  los cuales nos presentan distintos tipos de familias que tan solo sirven para que sus miembros sean utilizados los unos por los otros.

         Ayer pude ver de nuevo una vieja película de cuya visión vuelvo a sacar ideas cada vez que la repito. Se trata de “Adivina quién viene esta noche”. Una película de Stanley Kramer de 1967. Como todos conocen, la trama se basa en el inesperado anuncio del compromiso matrimonial de una pareja norteamericana formada por un negro y una blanca. El tema hoy sería totalmente intrascendente, pero en una sociedad yanqui muy radicalizada por una especie de apartheid - en tiempos en que se consideraba delito estas relaciones en muchos estados de USA- la situación alcanza una tensión terrible.

       La solución nace del amor. La madre del novio hace recordar al futuro suegro lo que fueron sus sentimientos en el principio de su relación. El padre de la novia (Spencer Tracy) tirando de memoria cambia de mentalidad y consecuentemente su discurso. Una película deliciosa. Además, en otra escena se aclar que los hijos no son de nuestra propiedad.

      Me ha hecho recordar que recientemente he contraído nupcias por tercera vez y siempre con la misma esposa. Después de aquella primera boda en los setenta, siguieron las bodas de plata en el noventa y cinco y las bodas de oro en tiempos de pandemia. El matrimonio, cuando tiene buena solera, mejora con los años, como los bueno vinos. En los viejos matrimonios el horizonte futuro se libera de ansias económicas, profesionales o simplemente de ambiciones. El porvenir se basa en envejecer juntos de una forma placentera. El solo hecho de rememorar cincuenta y tantos años de convivencia llena tu corazón de ternura.

      Esta situación se la pierden aquellos que basan su vida en relaciones esporádicas, “poliamor”, matrimonios a plazo fijo o familias a las que une las mascotas en lugar de los hijos. Relaciones de usar y tirar que no conducen nada más que al egoísmo y la soledad.

     Hoy celebramos los católicos la conmemoración de aquella boda en Caná de Galilea con la que Jesús dio comienzo a su vida pública. La presencia de Jesús hizo algo más que aportar unas barricas de buen vino. Transmitió una forma de vivir basada en la ayuda al que lo necesita. El sacramento del matrimonio es algo más que la ratificación de un acontecimiento. Es la presencia del amor de Dios en medio de la pareja y por ende en la familia.

 

 

 

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