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¿Quo vadis Hispania?


Quiero recordar que en una rueda de prensa del presidente del gobierno, el año pasado, a la pregunta de una periodista sobre si tenía un Plan B en prevención de que no le aprobaban la prolongación del estado de alarma que, mira por donde, ha sido declarado inconstitucional, respondió que no había plan B sólo el Plan A.

Me resultó inquietante tal respuesta. De ella  se deduce que hay que acatar sin rechistar lo que decida el gobierno porque, según su parecer, no hay otra alternativa. El pensamiento totalitario se caracteriza por “Esto son lentejas…”. El tiempo transcurrido después no ha hecho más que confirmar las lentejas. Para mayor desazón hace unos días, según leí en la prensa, el Presidente Sánchez confirmó que no tiene plan B ante el ómicron.

Toda persona que haya gestionado una empresa sabe que no puede enfrentarse a los problemas que le surjan sin un plan bien especificado que le diga a qué atenerse. Asimismo sabe, que debe prevenir problemas en potencia  preparando las acciones contingentes necesarias que constituirían el Plan B, C o los que fueren precisos en razón de lo posible y previsible. El que no sabe adónde va acaba en otro sitio como diría Peter, el del Principio ¡Que Dios nos cubra con su manto!

Es bien sabido que el azar se neutraliza con un buen plan director para la toma de decisiones adecuadas ante las sucesivas contingencias que se le irán presentando en el diario quehacer. No hacerlo así llevará, a golpe de improvisación, a la ruina.

También se puede llevar a la ruina o al menos a su dislocación si se tiene el plan B, pero oculto, por sus aviesas intenciones. La hemeroteca es prolífica en situaciones que así lo expresan: “Jamás pactaré con Bildu”, “Pactar con Podemos me quitaría el sueño”, etc., etc., etc., que no se corresponde con las actuaciones posteriores, de pactos y abrazos efusivos. La existencia del plan B, pero oculto, es evidente, las intenciones aviesas, también.

La ley de Memoria Histórica fue el intento del Presidente Zapatero de reescribir la Historia de España al gusto suyo, de su partido y afines. La ley de Memoria Democrática cocida en el magín del Presidente Sánchez y sus adláteres pretende, además de los objetivos de la que sustituye, destruir el andamiaje político de la Transición y sustituirlo por un régimen que quién sabe adónde nos conducirá. Lo más probable sea que a uno totalitario.

España, desde los años sesenta, ha ido creciendo sin cesar económicamente lo que facilitó la Transición, sin traumas. Desde la ley de Reforma Política de 1976, se alojó en un régimen de libertades homologable con cualquier otra nación democrática. Los españoles conseguimos, en un intento de enterrar los horrores producidos por un incívico y criminal comportamiento, abrazarnos, asumiendo todos la derrota de tan fatales acciones.

Y ahora, con la vileza que caracteriza el resentimiento, este gobierno y sus adláteres, pretenden sajar las cicatrices de la viejas heridas cauterizadas con decisiones acertadísimas de una nación que supo estar a la altura de las circunstancias.

El odio y el resentimiento destruye, el perdón recíproco y el reconocimiento de los errores mutuos, eleva.

La Navidad es un tiempo de abrazos y reconciliación. Que el Niño-Dios, nos colme de bendiciones y nos enseñe el camino para librarnos del todo mal. Que así sea.

 

 

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