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El Copo. Ve con dios


Desde hace más de veinte años, leo y releo a diario uno o dos párrafos de “Libro del desasosiego” de Fernando Pessoa; con ello voy acumulando el material necesario para hacerle un par de preguntas al día e ir dándole sentido a mi lánguida existencia.

 No siempre obtengo respuesta, pero me entretengo en descifrar la cantidad de interrogantes que bambolean preguntas sobre mí; se ha convertido, pues, este libro del luso de la calle Doradores en mi auténtico libro de mesita.

 En ese tiempo en que cae el día, y alza la noche su dulce penumbra, es cuando mis torpes pasos se aproximan diariamente al bar de la esquina para ver otras caras y hablar con los diferentes; y siempre lo hago tras la lectura de unas líneas del mencionado libro.

 Ayer, tras leer “¡Soy del tamaño de lo que veo!”, encaminé, cayado en mano, mis torpes pasos hacia el bar amigo que nos acoge sin las clásicas y repetitivas preguntas con las que los seres acosadores desean saber todo de ti y de mí, pero nunca se cuestionan ellos mismos.

 Ocupé la butaca de plástico, deposité el bastón con mimo en lugar seguro, y solicité del bueno de Antonio un corto de café, preludio del güisqui que vendría a continuación.

 A mi izquierda se encontraba un parroquiano amigo, entretenido con el malvado invento del móvil. Llegó otro amigo -todavía me quedan algunos más- que estaba preocupado por una operación, extirpación del bazo, que le iban a hacer en unos días; intenté animarlo, y para ello me puse de ejemplo porque un servidor perdió ese órgano en una operación de estómago.

 Se reconfortó algo; inició su marcha a casa y le dije: “Ve con Dios”; el del móvil afirmó: “Dios no existe”.

Pensé igual que Pessoa: “somos dos abismos”.

 

 

 

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