A no ser que la entrevista en “El hormiguero” estuviese preparada -que no- lo primero que hay que reconocer a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es su dominio de la música que transcurre de los 80 a los 90; después, el resto.
Cae bien esta “rebelde” mujer que ha venido a refrescar, en parte, la asfixiante vida política del momento y verlo todo con cierto optimismo -no exento de complicidad- con esa dama que derrama, con su delicada sonrisa y desparpajo, el presente y futuro próximo que nos toca vivir.
Resulta difícil en la tragicomedia política que nos envuelve, encontrar alguien con quien se pueda echar un buen rato; pues bien, con Isabel está asegurado aunque seas rival político. Más de uno ha alcanzado puestos de importancia, léase el actual Defensor del Pueblo.
En política no está bien demarcado el territorio amigo, pues aquella persona con la que compartes coronas y laureles puede, de la mañana a la noche, convertirse en tu gran enemigo político.
Pablo Casado, líder del PP, está sintiendo en la nuca el aliento de su amiga y compañera de partido y tal vez, no lo puedo afirmar, sean ensoñaciones de aquel que no está seguro de sí mismo; y lo que fue una gran victoria del PP hace unos meses, puede convertirse en un problemón político por la pelusilla de celo y miedo que pueda instalarse en la madrileña calle Génova.
El joven presidente popular debe permitir, sin celos ni miedos, que Ayuso pueda presentarse, si así lo desea, a presidir el comité político del PP en Madrid si es que sale votada por la militancia; lo último sería “echar a pelear” al alcalde Almeida con ella, y romper tan buena collera política.
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