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Otra vez con el MIR educativo


En repetidas ocasiones, algunas de ellas  reseñadas más abajo con sus enlaces, me he referido al MIR educativo. El MIR, como se sabe, es un acrónimo que expresa Médico Interno Residente. Se trata de una oposición que, periódicamente, propone la Sanidad pública española entre los licenciados de medicina para ampliar estudios bajo la dirección de especialistas destacados y alcanzar una especialidad. Así se forman los nuevos especialistas garantizando el relevo generacional.

Tal procedimiento ha dado óptimos resultados.

Viendo el éxito en sanidad, algunos políticos, alentados por ciertos pedagogos, ante la baja calidad de nuestro sistema educativo puesto de manifiesto en los sucesivos informes PISA, se les ha ocurrido la “brillante” idea, mutatis mutandis de aplicarlo a la educación. Ciudadanos, el partido político, incluso lo bautizó como DIR, Docente Interno Residente.

Saco a colación el tema, una vez más, porque en “El Debate” del pasado día 3 leí: “El PP propone un MIR educativo con 500 millones frente a la Ley Celaá”. La idea del MIR educativo se cuece en los caletres que creen que el problema radica en el profesorado. Nada más lejos de la realidad. El profesorado es una de las muchas variables que intervienen en el proceso, y aunque parezca paradójico, no la más significativa ni responsable de los magros resultados obtenidos.

Como el problema es más, muchísimo más complejo, si esa es la solución del PP al sistema educativo, ha alumbrado un parto que ni el de los montes. Sería aconsejable que  el PP, y otros partidos con expectativas de alcanzar el poder, cayeran en la cuenta de que el problema educativo, por su complejidad, no depende, sólo, de que el profesorado esté mejor o peor preparado pedagógicamente y los parches, como el MIR que se inventen, no  resuelven el problema sino que lo pospone.

Las soluciones han de ser constitucionales basadas, sin subterfugios ni eufemismos, en este trípode: Libertad de enseñanza, libertad para crear centros, libertad de elección de los padres de centro y educación de los hijos, sea esta mixta o diferenciada, con ideario religioso o sin él.

En su virtud, sobran los conciertos educativos y no es necesario el cheque escolar que a veces se enarbola. Basta con que se apliquen sin menoscabo alguno, los principios de libertad enunciados y los costes reales de una plaza escolar, determinados con criterios técnicos amplios y no cicateros ni ideologizados, con cargo a los presupuestos del Estado, se abonen al centro, sea de propiedad estatal o de iniciativa privada, por cada plaza efectivamente ocupada.

Hace treinta y siete años afirmaba en una ponencia presentada en un Congreso celebrado en Marbella sobre la Reforma educativa: “Cualquier tipo de reforma que se propugne y se pretenda llevar a cabo sin base científica, amparada por datos fiables, y como resultado de un análisis riguroso, que derive en un proyecto completo, terminará dando pábulo al reformista de turno, para emprender una nueva reforma”.

Catorce años después en una adenda a la ponencia decía: “Lo dicho (en la adenda, claro,) no es un juicio de valor tan sólo la constatación histórica, hoy, de lo expresado en 1.984 de que las reformas en el sistema educativo, que se hacen sin base suficiente acaban muy pronto en la siguiente”.

Hace catorce años le añadí una segunda adenda en la que decía: “Aventuro: Diez años después seguiremos hablando de los problemas del sistema educativo”.

 

Siento muy de veras haber acertado en mis profecías.

 

Relación de Columnas citadas con sus enlaces en orden inversa a la fecha de publicación:

El DIR

El pacto educativo

La educación en España

La educación de nuevo en el candelero 

Proscripción educativa

Que se la pague   

Conculcar libertades  

Educación en libertad 

La educación en el candelero

 

 

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