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El repartidor de garrafones de agua


El distribuidor de garrafones de agua para los dispensarios de los domicilios particulares llamó al timbre reiteradamente y nadie contestó. "La señora me aseguró que estaría en casa... ¡Qué raro!". Y, sin pensarlo dos veces, aprovechó la salida de un vecino para entrar en la casa, cargado con la garrafa.

En el piso no contestaban tampoco: "Es raro: la señora me aseguró que estaría en casa esperando el agua".

Llamó en el piso contiguo:

—Perdone, ¿ha salido la señora? —preguntó al abrirse la puerta, señalando la que permanecía cerrada.

—No. Supongo que no. Al menos la puerta no se ha oído, —respondió Jacinto.

—Es raro. Me dijo que estaría en casa y necesitaba el agua urgentemente.

—Espere —entró Jacinto y volvió al momento—... Ella nos ha dejado su llave. Por si pasa algo, ya sabe. Como es mayor para tener el timbre asistencial exigen que un vecino pueda abrir la casa...

Abrió la puerta con cierto recelo: "Si no hay nadie, puede dejarle la garrafa".

—Sí, claro. Doña Amparo es una buena cliente.

El agua de la pecera estaba efundida por todo el suelo de la vivienda. Los peces, muertos sobre la mesa, la solería y los pedazos de cristal. Como si alguien hubiese golpeado el recipiente para romperlo. El dispensador de agua tenía el garrafón lleno.

—¡Y la urgencia con la que pidió que viniera?

En aquel momento, con aspavientos apoteósicos, apareció doña Amparo acompañada de dos policías:

—Ellos son, ellos son... ¡Son ellos los que me han roto la pecera!

 

Antonio García Velasco

https://agvelasco.blogspot.com/

www.agvelasco.es

 

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