Publicidad

Educar a los hijos


Educar a los hijos puede tener un importante grado de complicación, ya que es un proceso contaminado, lógicamente, por emociones, miedos, angustias e inseguridades, generadas por nuestro limitado conocimiento de cómo hemos de actuar ante determinadas circunstancias, que pudieran incidir en su formación e influir, consecuentemente, en su futuro. Esa situación la transmitimos a ellos haciendo, de un problema natural y nimio, un caso complejo, pues perciben nuestra ambigüedad y les crea traumas y miedos vicarios (al verlos en nosotros) que se pueden transformar en inseguridades posteriores y en bloqueo e incapacidad para enfrentarse a otros casos venideros.

Pero la verdad es mucho más sencilla, ya que el niño, en su continuo enfrentamiento con la vida, va aprendiendo en el día a día, como absorbe una esponja. Eso es una gran ventaja para los padres y hemos de jugar esa baza para transmitir seguridad, capacidad de razonamiento, orientación, comprensión de los errores y actos infantiles, sin dramatismo, otorgándoles apoyo para que elaboren su propio pensamiento y valoración sobre lo que han hecho, entendiendo que su formación es un continuo de aciertos y errores de los que han de sacar conclusiones para ir aprendiendo y creciendo. Hemos de crear una actitud en el niño que sea crítica con sus actos, pero desde un punto de vista razonadamente constructivo, entendiendo como normal que se equivoquen y que lo bueno es que de esa equivocación se saque una conclusión de aprendizaje que ellos mismo puedan deducir o colegir. Es bueno y aconsejable, bajo mi opinión, invitarles a que busquen soluciones a sus errores para analizarlas conjuntamente, sin dramatismo ni acusaciones descalificadoras, pues su razonamiento infantil y su pensamiento no está adoctrinado en metodología racional que lleve a un discernimiento completo y abarque a un todo complejo que escapa a su conocimiento. Nosotros, como tutores de su pensamiento, siempre estaremos detrás para orientarlos antes las dudas, para darle esa seguridad y crearles una actitud adecuada para desarrollar conductas y pensamientos sanos.

Uno de los aspectos, que vengo a proponer es la necesidad de vigilar cuales son las fuentes de las que beben los hijos, porque de ellas sacarán sus principios, valores y formas de interacción social, marcadas por las actitudes que vayan adquiriendo, que se traducirán en conductas con estilo propio de afrontamiento en su desarrollo personal. Todo esto se enmarca en los valores que le vayamos inoculando en el proceso de socialización, como son: respeto, empatía, solidaridad, amistad, actitudes ante el juego y la competitividad, reglas sociales, educación y conductas adecuadas, etc. Por tanto, es conveniente definirle y explicarle detenidamente que es cada cosa, cada valor del ser humano que debe adquirir. Eso lo hacen las religiones en nuestro viejo mundo, con todos sus intereses dogmáticos por en medio, identificando los principios morales, éticos y sociales y haciéndolos suyos, cuando los valores humanos son inherentes al ser humano y solo se ha de escarbar, en su interior, para sacarlos a flote mediante un procedimiento educativo racional, sin caer atrapados en dogmas de corte religioso que les lleve a otros campos de credos irracionales. Quiero decir con ello que, cuando no delegamos en los demás la inoculación de esos valores, por no ser creyente, debemos de suplir ese magisterio con nuestra propia actuación, educándolos en aquellos que defendemos como propios y compartidos en nuestra cultura social.

Lástima que no se haya conseguido consensuar, en las diferentes leyes de educación, una asignatura acorde a los tiempos, donde, el adoctrinamiento y la pretendida sumisión del individuo al sistema imperante, se paliara con la idea del desarrollo crítico, la creatividad y el pensamiento racional, buscando el compromiso social para dignificar el aporte individual al conjunto de la sociedad, entendida, esta, como un sistema abierto de interacción entre todos y cada uno de sus miembros, con el objetivo de fundamentar la evolución de nuestra propia cultura de referencia. Para ello, lo más aconsejable sería una asignatura, debidamente estructurada, donde se impartieran los principios y valores del humanismo solidario y sensato.

Pero volvamos a la implicación parental en este proceso.  Debemos hacer partícipes, a nuestros hijos, del análisis sosegado de los hechos o situaciones conflictivas donde estén implicados, buscando conjuntamente soluciones. Esto puede ser una buena forma de que vayan asumiendo las situaciones desde una perspectiva de desarrollo y maduración. Los mayores debemos comprender que los niños no piensan como nosotros, y que el pensamiento elaborado y el proceso para adquirirlo se ha de aprender mediante el ejercicio, en función de las capacidades del propio infante. Cada error, equivocación o vivencia se convierte en un campo de experiencia, por muy mala que sea, para sacar conclusiones y corregir las desviaciones de cara al futuro. No olvidemos que toda crisis es una oportunidad para mejorar.

Concluyo en la conveniencia de ejercer un procedimiento o tutoría, siguiendo la estrategia mayéutica, cuyos principios se sustentan en las teorías socráticas que Platón transmite en su obra “Teeteto”, donde Sócrates conversa con el joven Teeteto sobre la esencia del saber y la percepción.

 

Antonio Porras Cabrera

http://antoniopc.blogspot.com/

 

 

Comentarios
    No hay comentarios
Añadir comentario
- campo obligatorio (*)

Normas de uso
  • Esta es la opinión de los internautas, no de El Faro de Málaga
  • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.