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La buena noticia. Buenas noticias


      La pandemia nos ha tenido prácticamente inmovilizados. Las buenas noticias sobre su cada vez más creciente control, han permitido que una sociedad enclaustrada se eche a las calles como si de una floreciente primavera se tratara. Málaga hierve de ganas de relacionarse, de encontrarse, de abrazarse; en suma, de ser felices. Los parques, terrazas, el puerto, las playas o el Paseo Marítimo, se llenan de familias alborozadas que caminan liberadas de las ataduras del confinamiento.

    Este sábado, especialmente, he disfrutado de dos buenas noticias que quiero compartir con mis lectores. La primera: recibo una foto de mi hijo Jesús durante la recepción de la misma beca universitaria que yo conseguí hace casi sesenta años. Entonces fue la de Profesor Mercantil. Hoy mi hijo recibe la de Graduado en la Facultad de Comercio y Gestión. (Una nueva versión de mi vieja Escuela de Comercio).

     Cada día se gradúan muchos estudiantes. Pero hay casos especiales. Mi hijo abandonó los estudios a nivel de bachillerato. Casado y con tres hijas los recupera. Acceso a la Universidad y una carrera compaginada con su trabajo y su vida familiar. Muchas horas de esfuerzo y dedicación. Me siento muy orgulloso de él.

    Mi segunda buena noticia de hoy se basa en unas bodas de oro especiales. Creo que no tendré otra oportunidad de asistir a la conmemoración de los  cincuenta años de episcopado de un amigo. A lo largo de mi vida he podido tener cierto trato con diversos prelados de Málaga y de otras ciudades. Pero solo he vivido una amistad, basada en el respeto y la admiración, solo he podido disfrutarla con Don Ramón Buxarrais. Un Obispo catalán-malagueño con un curriculum admirable y un amor y dedicación por los más solos y oprimidos encomiable. Ayer le vi disfrutar escuchando a un niño, del pueblo barcelonés en el que inició su labor pastoral, cantar una bellísima tonada en su lengua materna. Le vi recibir el abrazo fraternal de un montón de sacerdotes y el fervor por su persona de cuantos hemos compartido con él años de alegría y tristezas –como proclamó en su intervención-.

     A lo largo de su intervención, en la Eucaristía conmemorativa celebrada en la Catedral de Málaga, Don Ramón desgranó con sencillez las diversas alternativas de su vida de seguidor del Evangelio. Como cura de pueblo, arcipreste, misionero en Sudamérica, monje trapense, Obispo en Zamora y en Málaga. Su paso un trabajo más sencillo, pero no menos importante,  en Melilla, su dedicación como capellán en la cárcel y su compromiso con la creación de puestos de trabajo en Nador. Ahora, después de superar las dolamas propias de su edad, vive en la residencia del Buen Samaritano en Churriana. Allí me dirijo muchos miércoles a compartir con él la Eucaristía y echar un rato de conversación con mis amigos Ramón y Sergio. Genio y figura de D. Ramón. Gracias por permitirme gozar de su amistad.

     Dos buenas noticias que me honro en compartir con ustedes.

 

 

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