Este año se cumplen 85 desde el asesinato de Federico García Lorca aquel fatídico agosto de 1936 en que le sacaron para darle el paseíllo; ese término asesino que significaba arrancarle la vida a un ser humano en la penumbra de la noche, en la alevosa oscuridad, cuando los cobardes se esconden para no ser vistos, pare dejar impune su crimen.
Siempre que paso cerca de Viznar, me acuerdo de él, de su “ejecución” en el Barranco de Viznar y de la vileza de sus asesinos. Existe documentación fehaciente sobre las causas que indujeron su muerte, aunque ya se conocían evidencias suficientes sobre ello. Le mataron por masón, socialista y homosexual, además de alguna otra relacionada con envidias y conflictos parentales irresueltos… Las tres primeras causas muestran la intransigencia, intolerancia y desprecio a la libertad que manifestaban sus asesinos y quienes dieron la orden.
En las dictaduras solo se puede gobernar a los pueblos si los embrutecen y someten por la fuerza de las armas y de la alienación. ¿Qué va a saber de cultura, de sensibilidad poética, de creatividad literaria, un sumiso al dictado, que sigue consignas al amparo de la intolerancia, de la imposición y del sometimiento? ¡Qué mala es una idea cuando no se permite que surja otra para contrastarla! Los tiempos de idea única siempre son de dictadores, de sometimiento y humillación, de frustración y represión de la diversidad. Hay que ser inculto, por no decir otra cosa, para no darse cuenta del valor de un poeta y arrebatarle la vida por ser diferente al gaznápiro de turno que, al amparo de las armas, se sienta en el sillón del poder.
Cuando me acuerdo de Lorca me vienen a la mente sus versos, su poesía fresca, sensible, bucólica en muchos casos y dramática en otros, y me incita a escribir. La luna y el olivar, las casas blancas y los campos de nuestra Andalucía, el mundo gitano, la zambra, el toque y el baile, la faca, el clavel y la flor roja que siembra la sangre, son evocados nada más oír su nombre.
Este poema fue brotando, como si a la vista del lugar, surgiera la semilla de su sangre repleta de versos, como si el ambiente estuviera cargado con su ritmo poético llevado por las musas que impregnan el etéreo espacio que le vio morir. A él, en este in memoriam, se lo dedico.
La luna de pergamino
va derramando su alma
al ver a los asesinos
como a Federico matan,
y entre los olivos verdes
sombras de sangre y de nácar
van jugando entre las ramas
como si fueran fantasmas.
La noche llora en silencio,
el polvo lame la lágrima
al ver que en esta batalla
están ganando las armas.
La voz quebrada se ha roto
y en esta tétrica calma
hay un silencio de muerte
embargando la esperanza
pues la barbarie se ha impuesto
al valor de la palabra.
Noches preñadas de sombra
bailan su danza macabra
mientras entre los olivos
solo queda la esperanza
de que la sangre caída
nos de su fruto mañana.
Autor: Antonio Porras Cabrera?
http://antoniopc.blogspot.com/
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