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La crisis actitudinal


Esta época llama a la reflexión. Estamos en difíciles momentos, en crisis sanitaria, económica y política, incluyendo los valores sociales, solidaridad, justicia social, tolerancia, honestidad, etc. Pero, en el fondo, es una crisis actitudinal, es decir estamos inmersos en un proceso de deterioro progresivo de la convivencia, en base a la disposición destructiva que se siembra en la opinión pública. Por tanto, si digo actitudinal hablo de las actitudes sociales que se están cultivando, incapaces de establecer sinergias y confluencias en objetivos comunes con base en principios solidarios y de común identificación.

Para alcanzar cualquier objetivo humano es imprescindible crear actitudes que nos permitan orientar los esfuerzos en su consecución. Y… ¿quién es, o son, los encargados de cultivar esas conductas? Veamos:

1.         Indudablemente, el mayor peso e influencia se centra en los líderes políticos que, por desgracia, no están a la altura de las circunstancias y en lugar de buscar acercamientos generan controversia y confrontación.

2.         Algunos medios de comunicación, que juegan a la política en lugar de a la información veraz como oferta al ciudadano para cultivar su discernimiento.

3.         Las redes sociales a las que pueden acceder indeseables argumentaciones manipuladoras, tendenciosas y falsas noticias, que arrastran a los incautos y faltos de criterio para discernir sobre ellas.

4.         Los influjos de grupos de poder que buscan ganancia a rio revuelto.

5.         La apatía y desafecto del pueblo cansado de la situación.

6.         El agotamiento por la pandemia, los confinamientos y la falta de coherencia entre los gestores de la misma, que, en algunos casos, la usan como medio de confrontación y no como objetivo de resolución.

7.         Y algunos otros de variado contenido…

Por suerte empiezan a aparecer, entre las malas noticias, algunas esperanzadoras, como son:

1.    El éxito del plan de vacunación, en el que debemos incluir toda la administración, cada cual según sus competencias, sea el gobierno central o los autonómicos.

2.    La descompresión asistencial hospitalaria con una mejor tolerancia ante la quinta ola.

3.    Las ayuda económicas de la UE.

4.    Mejores perspectivas económicas para las empresas de restauración que inician el despegue hacia la normalidad.

5.    La mejoría sustancial del desempleo en el último mes, aunque existan flecos que condicionen una mejora más perceptible, como el trabajo en precario, los bajos salarios y los empleos atrapados en los ERTEs.

6.    La desinflamación del conflicto en Cataluña, con síntomas de agradecer, como el encuentro protocolario, si se quiere, entre el Estado y los representantes del Gobierno de la Comunidad catalana, situación no imaginable hace bien poco.

No podemos olvidar las amenazas que se mantienen, como el incremento de la incidencia, ya amortiguándose, sobre todo en jóvenes por no estar inmunizados aún, que ejercitan conductas de riesgo; a pesar de ello la luz se ve cada vez más clara al fondo del túnel y la vacunación cabalga a un ritmo mejor que aceptable.

Solo persiste, descaradamente, la confrontación política irracional, obviando lo importante para la sociedad y centrándose en lo interesante para el partidismo, cosa que acaba destrozando la coherencia social, el contrato convivencial entre los ciudadanos y la concordia necesaria para resolver los problemas reales que nos afectan, solo afrontables desde una lógica sustanciada en el beneficio del conjunto de la sociedad y no exclusivo de grupos de poder.

Hemos de sentirnos relativamente satisfechos de cómo evolucionan las cosas en estas últimas fechas. Pero, en el horizonte, me siguen preocupando las ideologías “trumpistas” que han colonizado a determinados partidos y políticos y su tendencia a extenderse entre otras esferas que hasta ahora eran críticas con ellas. Mas lo peor que estamos viviendo, a mi modo de ver, es el cultivo de la confrontación intrasocial, es decir entre la ciudadanía, que ha pasado de ser una sociedad madura y crítica, tal vez no lo fue nunca, a comportarse como hooligan y, en gran medida, despreciando al diferente con lo que se garantiza la continuidad de la confrontación por la carencia de empatía para comprender al otro, al que se le niega el pan y la sal.

Alerta, pues, ante los cantos de sirena que solo pretenden alcanzar el poder para hacer de su capa un sayo. El futuro se siembra y cultiva hoy; cuidado con la semilla de la intransigencia y el odio que solo lleva al conflicto, donde todos perdemos salvo aquellos que pescan en rio revuelto.

Mi primera y definitiva preocupación es intentar aportar algo a la creación de actitudes positivas, porque solo con una actitud constructiva neutralizaremos los agentes que pretenden contaminar nuestra convivencia.

 

http://antoniopc.blogspot.com/

 

 

 

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