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Don José María Pemán


En un telediario he visto cómo descolgaban, de la fachada, la placa referente de la casa natal, en Cádiz, de Don José María Pemán. En otro la oquedad en la pared del execrable despropósito de la corporación gaditana con su alcalde, José Mª González Kichi, al frente. Tan villana acción me parece un crimen de lesa cultura aunque, parafraseando a Lenin, dirán: “¿Cultura? Para qué”.

Mal que le pese al ayuntamiento gaditano, Pemán ha sido, y lo es por su obra, gloria de las letras españolas. Su poliédrica forma de presentárnoslas es el aval más firme para alcanzar la inmortalidad.

Sin pretender ser exhaustivo lo tenemos, como autor teatral en el Divino Impaciente, obra en verso que expone las andanzas misioneras de San Francisco Javier. En un momento determinado de la obra,  describe en la Corte de Lisboa los reproches de Leonor a Álvaro de Atayde, su seductor. De ella extraigo estos versos:

 

Atayde

 

No hay cosa que más me enoje

Que esa sentencia tan boba,

El honor, nunca se roba,

Sino que se da….¡y se coge!

Ladrón será aquél que escoge

Alguna rosa especial

Y, derribando el tapial,

La roba, no el que al acaso

Toma  la rosa que al paso

Le está tendiendo el rosal.

¡No estás conforme Javier!

 

Javier

 

Al quererte defender

Tu mismo anhelo te acusa;

Ladrón es todo el que abusa

Del honor de una mujer-

 

Y como poeta, en su “Viático” describe una escena de las que viví, siendo niño, en Yunquera, cuando llevaban la comunión y extremaunción a personas cuya muerte estaba próxima. Recuerdo la procesión por la noche, con faroles encendidos que portaban dos filas de hombres y el sacerdote, portando la eucaristía, que depositaba en la boca del moribundo. Pemán lo describe así:

 

Y al llegar Su Majestad---¡Si me parece

Que lo veo con los ojos de la cara!

Era noche sin estrellas y sin luna;

Era el viento de tormenta: lloviznaba…,

Y de pronto todo el mundo se arrodilla

Y se escucha….-¡daba miedo de escucharla!

El tilín de la campana del monago,

Que decía que llegaban.

 

Y otra alegre y bulliciosa como “la feria de Abril en Jerez”, que Pemán concluye así:

Negocio y poesía: ¡Feria de Jerez!

rumbo y elegancia de una raza vieja

que gata diez duros en vino y almejas

vendiendo una cosa  que no vale tres.

 

Como novelista tenemos: “El Señor de su ánimo”, o la satírica “De Madrid a Oviedo pasando por la Azores”. Y qué decir de “El Séneca” personaje creado por él y que el malogrado Antonio Martelo inmortalizó en la serie de televisión.

En fin, sirvan estas modestas líneas como desagravio a la vil acción del ayuntamiento de Cádiz, de quitar la referencia, en placa al efecto, de su casa natal.

 

 

 

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