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La buena noticia. La mente vacía


      Las ideas son como los alimentos. A veces hay muchos, pero te resultan indigestos. Otras veces hay pocos, pero consiguen saciarte.

      Creo que estamos en una etapa de vacas flacas. El mundo no te transfiere buenas sensaciones. Si miras a tu alrededor tan solo ves agresividad, odio, falta de solidaridad y la sensación de encontrarte en un mundo enfermo, pese a los conatos de superación de la pandemia.

      Esta situación te empuja a recordar a aquel amigo mío, desgraciadamente fallecido, que durante un cierto tiempo se dedicó a recoger la mala noticia de cada día, en contraposición a la buena noticia que llevo comunicando semana tras semana desde hace años.

      Aquel conato de exposición de malas noticias no prosperó. Posiblemente por el exceso de material. Hoy tendría contenidos para volver a reeditar El Caso, aquél periódico de gran éxito que se publicaba en mi infancia.     

     Cada semana procedo a devanarme los sesos buscando ese rayo de luz que permita transmitir un mínimo de esperanza a mis escasos lectores. Busco en mi mente ese “he tenido un sueño” que llenó el discurso más conocido de M. Lutero King.

       Sueño con una sociedad en que se respeten los derechos humanos y las creencias de cada uno. Que haya trabajo para todos y que los mayores tengan derecho a una jubilación justa. Que se respete la vida desde sus inicios hasta su finalización. Que los seres humanos formen la familia que estimen oportuna, pero bajo el respeto al otro y el amor a los niños. Que los políticos busquen el bien común y no la descalificación del rival convertido en enemigo. Una sociedad utópica.

    Y aquí nace la buena noticia de hoy. La utopía sigue vigente. Y asequible. Dice el diccionario que utopía es, 1: Plan o sistema ideal de gobierno en el que se concibe una sociedad perfecta y justa, donde todo discurre sin conflictos y en armonía. 2: Proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso, generalmente para la comunidad, que es muy improbable que suceda o que en el momento de su formulación es irrealizable.

    Las palabras improbable e irrealizable son el quid de la cuestión. Sobre todo la primera; no es probable, pero es posible. Aun es posible la esperanza. Mi buena noticia de hoy me la transmiten esos héroes, anónimos o conocidos, que consiguen romper con la improbabilidad y han hecho realidad lo irrealizable.

    Tan posible como que a una mente vacía aflore un sueño. Tan maravilloso como la utopía.

 

 

 

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