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El Copo. Se nos fue Carlos Benítez Villodres


No sé si “esta ciudad que todo lo acoge y todo lo silencia”, Málaga, va a echar de menos al poeta y articulista Carlos Benítez Villodres; y es que por esta tierra de “mar y montes”, si uno no baila al son de las “esencias y tejemanejes” del poder, poco tiene que hacer.

         Y Benítez Villodres, poeta de cuño y amante de la poesía rimada, o sea, de la que cala por su música, iba a lo suyo sin importarle un pimiento los oropeles obtenidos procedentes de agachar la cabeza ante el poderío instalado en las escalinatas por la que suben los pedigüeños y “pelotas” esparcidos por el orbe poético.

         Se nos ha ido un hombre de bien y un poeta como la copa de un pino. Carlos, junto a otros personajes, formó parte de un grupo de poetas en el que nuestra tarea era la no alienación con la sombra alargada de las instituciones, sombra en la que descansa un ejército de tiralevitas y fariseos; algunos de ellos son hoy militantes de esa compacta comparsa.

         El, Carlos, supo ser, y lo fue hasta el final de sus días en este mundo asolado por la carencia de no poder demostrar materialmente el cariño. Sabía darse todo, y sin límite alguno.

         Lo suyo era escribir sin nada a cambio, lo suyo era crear en el blanco folio que esperaba anhelante la penetración de su tacto musical; el resto, las maniobras navajeras para intentar ser “algo” no iban con él.

         Ha sabido crear una obra ingente de poesía, una obra capaz de asombrar a un mundo que ha perdido la “capacidad de asombro”. En ese libro, en ese mundo danzan sonetos, décimas, quintillas, etc., al son de la visión de un hombre bueno.

         También “El Faro de Málaga” se ha quedado huérfano de un leal columnista.

         Se nos van los buenos, me cachis. Y quedamos los otros.

 

 

 

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