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Cálculos exactos


La nostalgia le hizo viajar al pasado. Mas llegó tarde. Habían quedado muy atrás aquellos tiempos en los que ayudaba a su madre en la frutería y, en la pesada, acertaba siempre con lo requerido por la señora cliente o el señor que iba a comprar. Ni un gramo más, ni un gramo menos. Estudiaba en la Universidad Ciencias exactas y, por sistema, sacaba tiempo para ayudar a sus padres en el pequeño negocio.

—Satán te llamará al infierno para medir las culpas de cada cual —le pronosticó un amigo enemigo.

—¿Una mujer no puede estudiar Matemáticas?

—No es lo propio, no.

Contra todos los inconvenientes, concluyó sus estudios y fue fichada por una multinacional para el departamento de contabilidad y previsiones inversoras. Profesionalmente había triunfado. Pero ninguna de sus parejas supo apreciar y aceptar su valía personal. Sufrió tardes de nostalgia y sinsabor.  Quiso volver a los tiempos de estudiante, con sus padres vivos, con sus amigos de niñez y juventud. Pasó con mucho retraso aquel tren de la vuelta al pretérito. Y tomó una decisión después de pensarlo con precisión y cálculo de riesgos: se haría fecundar in vitro y asumiría por sí sola la crianza del hijo.

Embarazada y sin pareja fue pasto de llamas de incomprensión, murmuraciones y crítica. Mas su decisión fue irrevocable y, por fin, nació un bebé esperanzador.

Años después, cuando aquel niño fue adulto, madre e hijo recibieron un prestigioso premio internacional por su contribución a las matemáticas aplicadas a la vida cotidiana y al cálculo de los riesgos de estar vivos y sobrevivir en sociedad.

 

 

 

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