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La buena noticia. La única buena noticia


    Pero cuando llega el Domingo de Resurrección no tengo más remedio que ceñirme a la principal y gritar jubilosamente que Cristo ha resucitado. Sí, ya lo sé, esta es una noticia antigua. Uno noticia que se convierte en nueva cada vez que recordamos que resucita en cada uno de nosotros.

   ¿Por qué rememoro esta buena noticia? Porque tengo la suerte de conocerla y que la misma me la ha transmitido la Iglesia, esta institución tan denostado y minusvalorada. Durante años me ha tocado transmitir mi satisfacción por pertenecer a la misma. Siempre he comenzado mi exposición por denominarla como “el grupo de personas que intentan seguir, en la medida de sus posibilidades el estilo de vida de Jesús” y que se identifican por el bautismo y la confirmación.

   Por lo tanto la Iglesia no se debe identificar tan solo con los templos,  la parafernalia o los hombres y mujeres que la integran. ”Casta y meretriz” la definía San Ambrosio acertadamente. Tiene los defectos que son propios de los seres humanos, pero goza de la maravilla que se desprende del seguimiento de Jesús. Pese a los hombres, la barca de Pedro sigue navegando y la gran mayoría de los cristianos, consagrados y seglares, dedican gran parte de sus esfuerzos al servicio a los demás. Allá donde haya sufrimiento, pobreza o dolor, nos encontramos con cristianos que se convierten en las manos de ese Cristo resucitado.

    Pero sobre todo, tengo que agradecer a la Iglesia que haya guardado y transmitido el Evangelio a lo largo de los años y que me haya permitido conocer a aquel “Hombre que paso por el mundo haciendo el bien”. Ese Dios Hijo que se hace presente entre nosotros en forma del Espíritu Santo. También me ha acercado a muchos santos de nuestros días, que me han demostrado con su ejemplo donde se encuentra la verdadera felicidad.

   Sigo creyendo en la Iglesia que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida y que he intentado transmitir a aquellos que no tienen, o no quieren tener, la oportunidad de creer y disfrutar de la misma. Para mí, ha sido lo mejor que he podido hacer.

    Repito mi buena noticia de hoy. Cristo ha resucitado en ti y en mí y en su Iglesia. Si no… vana sería nuestra fe.

 

 

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