La araña va tejiendo su tela poquito a poco, y toda ella pende y depende del hilo que la sostiene; si sabemos cortar ese hilillo, todo su tinglado se viene abajo.
Nos encontramos inmersos en una semana especial a la que se denomina santa, y durante esos siete días los bautizados nos apretujamos por calles, esquinas, entradas y salidas de templos para manifestar nuestra fe, tradición, religión o lo que sea.
El pueblo, por mor del maldito “bicho” de marras, se encuentra frustrado porque no puede ver a su “virgen” o “cristo” en sus grandiosos tronos por las calles de “esta ciudad que todo lo acoge y todo lo silencia”, Málaga, hoy más silente que nunca.
La Semana de Pasión viene a conformar parte de la “tela de araña” que la Iglesia Católica ha fabricado para buscar adeptos, seguidores, hermanos del “nacido en Belén”.
Junto a esta Semana que, echamos de menos, se encuentran quinarios, sermones, cielos, infiernos, pecados, perdones, misas, confesiones, mandamientos de una y otra clase, sacramentos, actos de humildad, caridad, etc.
Se ha conformado una muy especial “tela de araña” alrededor de un buen hombre -dicen sus evangelistas- que nació en Belén y murió crucificado por el Imperio de Roma a requerimiento de fariseos, escribas y Sumos Pontífices por blasfemo, al anunciar que era auténticamente el “Hijo de Dios”.
Un servidor no sabe a ciencia cierta si todo esto es verdad o no. Cuanto más se alarga mi existencia, menos “creo” en todo ese follaje que parece envolver un inmenso mensaje de amor.
Dicen los “expertos” que el místico es el que tiene “hilo” directo con lo divino, con el Amor sin necesidad de intermediarios. Y ponen de ejemplo a Francisco de Asís.
Y yo que sé.
Y sin saber nada, estoy cada vez más cerca de pegarle un tijeretazo al hilo que sostiene tanta incongruencia, y quedarme solamente con Él.
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