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El 8 de marzo de 1908 en la fábrica «Cotton» de la ciudad de Nueva York ocurrió un terrible suceso que conmocionó al mundo: 129 trabajadoras morían abrasadas en su interior, por defender sus derechos. Suceso tan grave remueve la conciencia humana y se decide, para que no se olvide, establecer una fecha que recuerde el hecho y reivindicar derechos plenos para la mujer trabajadora. El 8 de Marzo de cada año se declaraba “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”. En tiempos recientes se ha acortado la denominación reduciéndola a Día de la Mujer.

En los 8 de Marzo se producen manifestaciones masivas en defensa de los derechos de la mujer. Lo que ocurre es que en los países que tales manifestaciones se celebran con normalidad, los potenciales derechos reclamados, son vigentes; y las pancartas desplegadas y voceríos coadyuvantes más se dirigen contra los varones con una agresividad inaceptable.

Es evidente que a lo largo de los tiempos la mujer ha sufrido las agresiones del varón aunque frecuentes, aisladas. Históricamente, las mujeres constituían botín de guerra sometidas a todo tipo de esclavitud, especialmente la sexual, que por desgracia y vituperio para el varón, aún perdura. Pero no es menos cierto que con mayor profusión ha sido propuesto el respeto a ellas como símbolo de caballerosidad.

La fuerza física, que diferencia al varón de la mujer, ha dejado de ser determinante en el trabajo; la ciencia y la técnica la han equilibrado. Es después de las guerras, por ausencia de los varones que combaten en el frente, cuando se recurre a la mujer como mano de obra y se le acentúa el sentimiento de independencia que han generado distintos fenómenos sociales. Así en la I y II guerras mundiales. El acceso creciente a las mismas enseñanzas hace que la mujer se haya incorporado al sistema productivo en las mismas condiciones que el varón, superándolo en múltiples ocasiones. 

En España, hoy, la mujer está presente en todas las áreas: educativas, científicas, comerciales, sanitarias, militares, etc. El principio de inercia hará que, en poco tiempo, los equilibrios del pasado sean sustituidos por otros equilibrios acordes con los tiempos.

Se debe reivindicar la igualdad de derechos  en aquellas naciones donde la desigualdad existe. En los países desarrollados donde no ocurre así, lo reivindicativo debe ser que la igualdad de oportunidades no se desequilibre. Que el sexo no sea motivo discriminatorio en ningún sentido y lo más importante para el desarrollo personal y social: que no se desperdicie ni malogre cualquier inteligencia sea cual sea su sexo.

Menos mal que el feminismo radical alborotador y escandaloso es minoritario y el equilibrio propio y natural en la mujer es predominante y nos conducirá, por sendas exitosas. El siglo XXI es de la mujer. No estropee esa realidad la sinrazón.

 

 

 

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