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La otra mirada. Turismo de vacunación


Unas de las últimas reacciones que ha producido el covid, además de las variantes británica o brasileña, ha sido el “turismo de vacunación”.

Dubái, Cuba o Florida se han convertido es destinos turísticos donde, además de sol y playa, se ofrece a los que nadan en el dólar, paquetes vacacionales con inmunización incluida. Ahora, la duda del magnate no es decidir entre una caipirinha o un manhattan, sino entre la vacuna AstraZeneza, Moderna o Pfizer.

Una indecencia de similares proporciones a lo ocurrido durante el hundimiento del Titanic: “primero los ricos, después los niños, mujeres y ancianos".

La cuestión está en saber diferenciar entre legalidad y moralidad. ¿Es legal lo que han hecho, por ejemplo, las infantas Elena y Cristina al irse a vacunar a Abu Dabi?, creo que sí. ¿Es, sin embargo, moral? Absolutamente no.

Si asumimos que quienes han de dar ejemplo al resto de los españoles hagan lo que les dé la gana y, encima, lo justificamos, terminaremos aceptando el todo vale por el mero hecho de ostentar tal título nobiliario o tener la sangre de un color determinado.

Ejemplaridad. Lo único que se les pide es ejemplaridad. Las hijas del cazaelefantes, deberían de haber pensado por un minuto cómo se han podido sentir los miles y miles de servidores públicos, de primera línea, que aún están a la espera de su vacuna. Las hermanas del rey no pueden ni deben convertir el viaje a papá en una más que dudosa travesía de turismo de vacunación. Ya lo decían en Roma: “la esposa de César no solo debe ser honesta, sino parecerlo”.

Pues se trata de eso, no de legalidad, sino de moralidad, que tiene mucho que ver con la ejemplaridad.

 

 

 

 

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