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El Copo. Algo más que un “copo”: 23-Febr-1981


         Me extrañó desde un principio que se conmemore un Golpe de Estado en su cuarenta aniversario o en cualquier otro año. Sigo sin encontrarle explicación, a no ser que se pretenda honrar la actuación del hoy denostado Rey Emérito Juan Carlos I en aquel inolvidable día.

         No siendo esta la causa, pues su significativa ausencia así lo atestigua, me parece más incongruente la presencia de los dos supervivientes de la “paternidad” de la Constitución, Herrero de Miñón y Miquel Roca, y la presencia de los representantes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial más un puñado de paniaguados y la ausencia de todos los ministros del gobierno central.

         Si alguien se merece estar por esos lugares somos los supervivientes de aquella balacera que se incrustó en el techo del hemiciclo; al menos para saber cuántos quedamos vivitos, coleando y cojeando. Sé, según me comunican desde “Protocolo” del Congreso, que ha sido debido a condiciones de seguridad por mor del coronavirus, pero mucho me temo que sin el “bicho” de por medio tampoco hubiésemos sido invitados.

         Están corriendo ríos de tinta sobre interpretaciones, causas, personajes, reuniones… en relación con el 23-F. Cada uno tiene su visión sobre el tema y yo, soldadito de a pie, poseo la mía.

         Comencemos por el párrafo de un libro que muy pocos conocen, y que a continuación transcribo.

“En el libro “Así cayó Adolfo Suárez” (Planeta, 1981), su autor, Josep Meliá, pone en boca de Adolfo Suárez que la postura crítica de José García Pérez fue causa inmediata de su dimisión, y así se lee en la página 69 del mencionado libro lo que sigue: "...En tres horas de conversación no fui capaz de mantener al diputado malagueño Pepe García en el partido, a pesar de que invoqué las más sagradas razones que se pueden presentar a un político. ¿Por qué? Porque en contra de la verdad, cuando yo le hablaba de España y del partido, él estaba convencido de que la única razón que guiaba para pedirle que fuera fiel a sus compromisos era permanecer en la Presidencia...

Fueron diversas entrevistas en varios medios de comunicación las que realicé, pero en ninguna de ellas narré lo hablado con Suárez en aquellas tres horas de fluida e interesante conversación; ni lo haré ahora.

 El enemigo a abatir por unos y otros, civiles y militares, era Adolfo Suárez, pues el de Cebreros fue el único protagonista verdadero de “darle la vuelta al calcetín en España”, o sea, de pasar de una Dictadura a una auténtica Democracia con todos los peligros y problemas que ello comportaba.

Sabedor él de la búsqueda de su “cabeza”, del machacante ruido de sables, de encuentros entre militares y políticos y, muy especialmente, de lo que se estaba preparando, dimitió previa audiencia con S.M. Juan Carlos I.

Pero ya era tarde, porque los más deseosos por volver al pasado no dieron marcha atrás y prepararon un bochornoso espectáculo no digno de ser conmemorado.

Ese mismo día, al tiempo que el pueblo permaneció mudo e inmutable, la Conferencia Episcopal, ¡oh casualidad!, se encontraba reunida, y de ella no salió ni un sencillo “pío-pío”.

Y si quieren, hablamos de Armada, Múgica Herzog, Raventós, etc.

 

 

 

 

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