Hace años me acerqué al Congreso de los Diputados para recoger una nueva cubierta de la flamante edición de la Constitución Española, ya que la original se había deteriorado; previamente me había puesto en contacto con el departamento de Protocolo.
Pensé que lo mejor era almorzar en el Congreso. Estaba en ello, cuando alguien sobó mi espalda. Era mi querida Celia Villalobos que, con su natural desparpajo, me saludó de manera muy afectuosa.
Mientras comíamos, recordamos épocas pasadas; especialmente de sus tiempos de alcaldesa en “esta ciudad, Málaga, que todo lo acoge y todo lo silencia”.
Para un servidor de ustedes, Celia fue un auténtico filón de “copos” y, por ello, le dediqué un buen número de ellos. Sintonizamos.
Estando hablando -al tiempo que comiendo y riendo- de todo lo habido y por haber, se acercó a nosotros un joven. Ella le invitó a sentarse con nosotros, y compartimos mesa.
Pepe, me dijo “la dama roja del PP”, te presento a Juanma Moreno, futuro presidente del Gobierno de España; ni se inmutó, nos dimos un buen y fuerte apretón de manos. La verdad es que no recuerdo la conversación, pero es seguro que ella, la señora, llevaría la mayor parte de ella.
Juanma se marchó, mientras nosotros seguimos a lo nuestro, o sea: a reírnos un rato largo de aquellos tiempos del cuplé.
Al igual que otros jóvenes -Mariví, Carolina, Bernal, etc.- Juanma formó parte de aquella hornada preparada a fuego lento por la “indisciplinada” mujer que consiguió dar un vuelco a la eterna Málaga roja hasta convertirla en azul.
Ignoro si Juanma Moreno será alguna vez inquilino de La Moncloa; lo cierto es que, a la chita callando, ya preside la Comunidad más extensa y poblada de España.
No me extrañaría que aquella profecía de Celia pueda convertirse en realidad, pues en España todo es posible.
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