Pasó la “noche más buena” sin debatir, en nuestro particular Belén”, sobre “República y/o Monarquía” tal como profetizó el Excmo. Sr. Don Pablo Iglesias.
El prolegómeno fue el mensaje de S.M. El Rey Felipe VI que, en algunos balcones de la calle donde vivo la pandemia, fue acogido con gritos de ¡Viva el Rey! del que, al menos, podríamos afirmar que es buen hijo; afirmación que en estos tiempos que corren no es moco de pavo. Si lo sabrá un servidor por la princesa que tengo de hija, sierva y monarca
En una burbuja de tres, ellas y un servidor de ustedes, más los chihuahuas y gatitos, transcurrió la noche de hadas con nuestro pequeño belén, la zambomba, el pandero, James Steward, el aroma de un bogavante, el rosquillo y una copichuela de anís, y las miradas al bello pasado y el respeto a ese futuro incierto que se ha instalado en este mundo de falsedades.
Sigue siendo la más buena de todas las noches que podemos vivir: unos, los menos, por fe y otros, por querer ser. Siempre hay quien pide más y nos dice que navidad debe ser todos los días, pero yo me conformo con uno, el día y la noche de hoy. Si hay dos, mejor, pero si al menos durante veinticuatro horas nuestro corazón dejara de ser de piedra para convertirse en carne que late, sabríamos gozar de ser humanos, no más, sino sencillamente humanos, personas.
Canten, amigos y amigas, villancicos y que salten los peces por los ríos; yo alzo la copa de anís por la paz; por la paz que desprenden la libertad, justicia y tolerancia; por la paz que se perpetúa en la sonrisa y no en la ridícula carcajada de lo grosero; por la paz que deseo, la que viene de la mano de la fraternidad.
Y brindo por Málaga, la que me hizo y me deshace, por su torbellino de ciudad libre, abierta al mar del asombro.
Es Navidad, fue la “Noche más Buena”. Alzo el anís y suena el pandero. Felicidad es el nombre. Que a todos nos cubra.
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