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Maruja Fernández y el problema familiar


Pese a sentirse demasiado alterada por el serio problema familiar, aceptó la invitación a realizar aquella excursión. Contemplaba el Papamoscas de la catedral de Burgos y, en el momento en que el autómata comenzó a accionar con su brazo el badajo de la campana, experimentó una fuerte taquicardia y la salida de sangre de las fosas nasales.

-¡Me muero! -Rezongó.

Por suerte, los compañeros del grupo llamaron a urgencias y la ambulancia acudió en muy poco tiempo. Le diagnosticaron hipertensión arterial y la dejaron en observación hospitalaria. Al día siguiente le dieron el alta con un tratamiento regulador de la tensión. Se sentía fofa, decaída, como cansada.

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En su reposo, tuvo tiempo de rumiar ciertas decisiones pendientes. Y, muy resolutiva, dijo a su marido:

-Hasta aquí hemos llegado. Lo siento mucho. Pero no aguanto más tus borracheras. O te buscas un médico que te ponga un tratamiento, o acudes a Alcohólicos anónimos o, de cualquier modo, pones remedio a tu alcoholismo. De lo contrario, nos separamos hoy mismo.

-Está bien. Pero déjame que, al menos ahora, me tome mi cervecita.

-Creo que lo tuyo no tiene solución -dijo muy preocupada-. Te advierto que hablo muy en serio y no estoy dispuesta a aguantar más tu bebida.

-¡Está bien, está bien! No me tomo la cerveza y, ahora mismo, llamo a Alcohólicos anónimos.

En aquel momento lo llamaron los amigos, se despidió de la esposa y salió de la casa.

Maruja sufrió un ataque al corazón que la separó para siempre de su marido.

 

 

 

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