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¡Cuánta ceguera!


Cuánto deseamos caminar por las calles de una ciudad, en cualquier parte del mundo, sin tener miedo a la violencia en cualquiera de sus manifestaciones; a podernos sentar en una terraza sin tener pánico a las agresiones que pueden acabar con la vida de las personas debido a actos terroristas; a no ver imágenes de niños o adultos que mendigan unas migajas de pan o unas monedas, rebuscando en las basuras algo para comer; a no ver tantas desigualdades que envilecen a unos, los menos, y denigran y humillan a otros, los más… ¡Cuántos buenos propósitos y deseos en la conciencia de los seres humanos que quieren ver otro mundo diferente al que nos muestra la realidad de hoy! Sin embargo, cuántas imágenes diarias nos evidencian la desesperación y la angustia de miles y miles de personas que huyen, se hacinan en campamentos inhumanos, o migran por los caminos y campos en una búsqueda desesperada de algo que dé sentido a sus vidas. ¡Y cuántos yacen en las profundidades del mar Mediterráneo, tras intentar su traslado a Europa, para encontrar algo de esperanza en su existencia! ¡Cómo ha cambiado ese ayer que dejamos atrás con una vida normalizada y feliz a este hoy que destruye la vida y la esperanza! Y seguimos haciéndonos la pregunta: ¿por qué?, ¿por qué tanta locura que lleva a este holocausto de muerte sin sentido? No debe existir ninguna razón que mueva a este desenfreno de violencia, marcada no solamente por las bombas, misiles o fusiles, sino también por esas decisiones de quienes gobiernan este mundo a favor de unos intereses que niegan la dignidad y el respeto por la vida humana. ¿Tanta es la ceguera de estos dirigentes? Tanto cinismo, ¿por qué? La política, ¿no es un ejercicio de gobierno que debe buscar el bien común en un plano de máxima igualdad entre los seres humanos? Porque ya no se trata de un asunto de creencia o ideología, sino de justicia, de humanidad. Se ha perdido el sentido de lo humano y se ha sustituido por el interés del poder económico, por el control de la voluntad de esa inmensa mayoría a favor de una minoría poderosa. ¿Cuándo va a parar esta rueda de sinrazón y de locura? ¿Cuándo una luz va a abrir los ojos de esta ceguera que conduce a la destrucción y a la muerte? ¿Hasta cuándo hemos de esperar que sea posible una convivencia humana universal diferente? Debe existir una respuesta a tantas interrogantes para no quedarnos con los brazos cruzados a la espera de no sabemos qué nos espera el futuro inmediato de esta humanidad. Cuando no, miremos también el panorama de los trastornos que provocan, en nuestro maltrecho planeta Tierra, tantas irresponsabilidades: comportamientos que conducen a un cambio climático peligroso, destrucción de enormes zonas de bosques y selvas, contaminación, mares de plásticos, extinción de especies animales y vegetales, etc.

Con esta reflexión no pretendo ser alarmista negativo, no es mi intención, sólo pretendo llamar la atención hacia algo que nos compete a todos los ciudadanos del mundo, individual y colectivamente y a los Gobiernos que rigen el destino de tantos millones de criaturas. Trabajemos y respondamos a este mundo que tenemos con criterios más humanos, más solidarios, más justos y nada violentos. 

                                                        José Olivero Palomeque

 

 

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