Aquella doctora estaba convencida, como Cervantes, de que “la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”. Por ello, siempre recomendaba una dieta sana y, con frecuencia, si así lo aconsejaba el estado del paciente, recetaba complejos vitamínicos.
Llegó a visitarla, con cita previa, Jacinta Valverde, achacosa y artrítica, malhumorada de soledad y falta de cariño. Le recetó, entre otros medicamentos y calmantes, un complejo de vitaminas y minerales.
Cuando Jacinta salió de la consulta, se sentó en la terraza de una cafetería, pidió un té con leche y, aun con la mascarilla puesta, escribió el siguiente ovillejo, estrofa a la que era aficionada desde que leyó el libro "Cantares de flores nuevas" de Antonio García Velasco:
¿Qué te causa tal dolor?
Amor.
¿No será más bien el reuma?
Se suma.
¿Qué te aporta mayor dosis?
Artrosis.
Será que avitaminosis
te produce esa desgana
que se siente de mañana
si mal de amor suma artrosis.
El té se le quedó bastante frío mientras ajustaba las sílabas y rimas de los versos.
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