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El segmento de plata. Recomendaciones


          Los pater y mater-familias españoles nos estamos volviendo locos para entender las diversas decisiones emanadas de nuestros dirigentes políticos con referencia a las comidas familiares de las próximas fiestas navideñas.

           Las familias numerosas, como es mi caso, estamos estableciendo una especie de puzzle con el que encajar los encuentros –distancia de seguridad y mascarilla por medio- con los hijos y nietos. Tendremos que parar los calendarios, celebrar tres o cuatro nochebuenas y tres o cuatro fines de año, así como comer a metro y medio de distancia en platitos individuales.

         Te entran ganas de meterte en la cama y olvidarte del mundo que te rodea hasta la próxima primavera en la que, Dios mediante, estemos todos vacunados y podamos volver a la “antigua normalidad”.

        Hoy he estado en el colegio de mis nietos a la hora del recreo. Una riada de cientos y cientos de alumnos han disfrutado de media hora de esparcimiento. Me he puesto en un rincón y he observado con detenimiento. Ni un solo alumno sin mascarilla. Todo un ejemplo. Lo mismo nos pasa a los de la tercera edad. Hemos renunciado a la calle y al abrazo de los nuestros. Pero entonces se plantea en nuestras mentes: ¿Quién contamina a esos cientos de malagueños que cada día incrementan las cifras de los contagiados? Pienso que se trata de esos listos que organizan comilonas, festorros o bailoteos. Se contagian y después lo transmiten entre ellos y, posteriormente, a los niños y a los ancianos que seguimos escrupulosamente las “recomendaciones” de los expertos.

          Vemos en la tele como aquellas figuras Vips que deberían ser ejemplo para los demás, se saltan las “recomendaciones” y hacen de su capa un sayo. Y enciman lo cuentan como una “gracieta”. Multazo y tentetieso. ¡Ya está bien!

         Por favor. No nos den más recomendaciones ni normativas. Creo que los resultados de las mismas no han sido demasiado positivos. Ya sabemos lo que tenemos que hacer. Tener mucho cuidado con las distancias, lavarnos las manos y ponernos mascarillas como si fuéramos a entrar en un quirófano. Y rezar muy fuerte ¡Virgencita, que me quede como estoy! Guardemos las zambombas para mejor ocasión.

 

 

 

 

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