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La buena noticia. Un mensaje extraordinario


  Buscando una <u>buena</u> <u>noticia</u> que transmitir a ustedes, me encontré con una carta que merece este nombre.

  “Cada día nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos… solo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído… <u>Que otros sigan pensando en la política o en la economía para sus juegos de poder…</u> Pero no lo hagamos solos, individualmente. Estamos invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades. El todo es más que la parte y también es más que la suma de ellas”.

     ¡Qué hermoso discurso y que necesaria su aplicación en los tiempos que vivimos! Que importante sería ponerlo en valor ante la tragedia de los emigrantes hacinados en las Canarias, el desastre en la gestión de los políticos que nos están llevando a la ruina en el campo de la economía, en la sanidad y,  sobre todo, en la educación en valores fundamentales para el ser humano. Esos que basan su discurso en la descalificación, el más tú y la búsqueda de lo que nos separa, más que lo que nos une. Aquellos que quieren reinstaurar el pensamiento único, la escuela adoctrinante y la falta de libertad religiosa.

    El discurso anterior acaba con las siguientes conclusiones: Alimentemos lo bueno y pongámoslo al servicio del bien, todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con una actitud solidaria, atenta y de proximidad.

     Se me olvidaba decirles de quien es este discurso. Es de un tal Papa Francisco, en su carta encíclica Fratelli Tutti. Una buena noticia.

 

 

 

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